
Catalina di Jacopo di Benincasa, conocida como Catalina de Siena (Siena, 25 de marzo de 1347 - +Roma, 29 de abril de 1380), fue una laica dominica (terciaria) italiana.
Bautizada como Catalina Benincasa, pertenecía a una familia de la clase media-baja de la sociedad de la ciudad de Siena.
Favorecida por Dios con gracias extraordinarias desde una corta edad, tenía un gran amor hacia la oración y hacia las cosas de Dios.
A los siete años, consagró su virginidad a Dios a través de un voto privado.
A los doce años, su familia consideró la soledad inapropiada para la vida matrimonial, y así comenzaron a frustrar sus devociones, privándola de la pequeña celda en la que pasaba gran parte de su tiempo en oración.
La dieron varios trabajos duros para distraerla, y Catalina sobrellevó todo esto con dulzura y paciencia. Solo un suceso inusual, una paloma que se posó en la cabeza de Catalina mientras oraba, convenció a su padre de la sincera vocación de su hija.
A los dieciocho años tomó el hábito de la Orden Tercera de los dominicos.
Se sometía al cilicio y a prolongados períodos de ayuno, solo se alimentaba con la forma consagrada de la Eucaristía.
En 1366, en la Basílica de Santo Domingo de Siena, vivió lo que describió en sus cartas como un "matrimonio místico" con Jesús. Esto no se debió a fantasías juveniles, sino el comienzo de una extraordinaria experiencia mística.
Tuvo diversas visiones como la de Jesucristo en su trono con San Pedro y San Pablo, después de las cuales comenzó a enfermar cada vez más y a demostrar aún más su amor a los pobres.
En 1370 recibió una serie de visiones del infierno, el purgatorio y el Cielo, en las que escuchó una voz que le mandaba salir de su retiro y entrar en la vida pública; y aunque no sabía leer ni escribir, comenzó a dictar cartas a varios copistas, dirigidas a hombres y mujeres de todas las condiciones sociales y mantuvo correspondencia con las principales autoridades de los actuales territorios de Italia, en la que rogaba por la paz entre las repúblicas de Italia y el regreso del Pontífice a Roma desde Aviñón. De hecho, mantuvo correspondencia con Gregorio XI, a quien emplazaba a reformar la Iglesia y la administración de los Estados Pontificios.
Durante el tiempo que duró la peste de 1374, Catalina acudió al socorro de los enfermos sin mostrarse jamás cansada. Poco después, el 1 de abril de 1375 en Pisa, Catalina recibió los denominados "estigmas invisibles", de modo que sentía el dolor de las llagas, aunque no eran visibles externamente.
En junio de 1376 Catalina fue enviada a Aviñón como embajadora de la República de Florencia, con el fin de lograr la paz de dicha república con los Estados Pontificios; la profunda impresión que Catalina causó en el Pontífice le llevó al retorno a Roma el 17 de enero de 1377.
Su valiente compromiso social y político suscitó no pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377, para explicar su conducta.
Tras grandes trabajos e inmensas dificultades, reconcilió a los florentinos con Urbano VI, sucesor de Gregorio XI, colgando el 18 de julio de 1378 una rama de olivo en el palacio en señal de paz.
De vuelta a Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el “Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de amor.
Pero de allí hubo de sacarla el Cisma de Occidente; apoyó al pontífice romano Urbano VI, quien la convocó a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos, a quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía un mes que había cumplido 33 años.
Fue sepultada en la Iglesia de Santa Maria Sopra Minerva en Roma, aunque su cráneo fue llevado a la iglesia de Santo Domingo de Siena en 1384, y un pie se encuentra en Venecia.
Fue canonizada el 29 de abril de 1461 por Pío II. En 1939 fue declarada Patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó Doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999 Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.
Además Santa Catalina es patrona:
° contra los incendios;
° contra los males corporales;
° contra la enfermedad;
° contra los abortos involuntarios;
° contra las tentaciones;
° para la prevención de incendios;
° de los bomberos;
° de las enfermeras;
° de las personas ridiculizadas por su piedad;
° de los enfermos.
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