Santa Mónica (Tagaste, Argelia, 332 - +Ostia, Italia, 387) es madre de san Agustín de Hipona, recordada y honrada por sus extraordinarias virtudes cristianas, en particular por sus sufrimientos causados por el adulterio de su marido, y por la vida de oración que dedicó para la conversión de su hijo.

De familia de vieja tradición cristiana, su educación se le encargó a su criada, también cristiana.
Se casó a una corta edad con un hombre mayor de temperamento violento. Las limosnas, buenas acciones y oraciones de Mónica le incomodaban; pero aun así él la trataba con respeto.
Mónica iba a la iglesia cada día y soportó con paciencia el adulterio y la cólera de su marido. Se ganó el afecto de su suegra en poco tiempo e incluso convirtió a su marido, que era pagano, al cristianismo, calmando incluso su carácter violento. Este murió poco después de su conversión, y Mónica decidió no volver a casarse.​

Tuvo tres hijos: dos varones, Agustín y Navigio, y una niña cuyo nombre se desconoce.
Cuando Agustín enfermó, ante esta situación de sufrimiento le preguntó a su marido si Agustín sería bautizado, a lo cual este accedió; pero después de la recuperarse de su enfermedad, revocó su consentimiento.
El alivio y la alegría de Mónica por la recuperación de Agustín se transformaron en ansiedad, debido a que su hijo desperdiciaba su vida siendo indisciplinado y, como él mismo cuenta, vago. Cuando tenía 17 años y se encontraba estudiando retórica en Cartago, su padre falleció.
En Cartago, Agustín llevaba una vida descarriada, cometió pecados graves y abrazó el maniqueísmo. Cuando regresó a su hogar, compartió sus experiencias del maniqueísmo, algo que Mónica no compartió, y lo echó de su casa; sin embargo, experimentó una visión que la convenció de que se reconciliara con él.
Monica siguió a su hijo a Roma, donde había marchado secretamente; cuando ella llegó, él se había ido a Milán, por lo que lo siguió; allí encontró al obispo Ambrosio de Milán, y a través de él, finalmente, pudo ver la conversión de Agustín al cristianismo, tras 17 años de resistencia. A la edad de 28 años, Agustín acogió la gracia de Dios, se convirtió al cristianismo y recibió el bautismo en la iglesia de San Juan Bautista, en Milán.

Agustín, ya convertido, se dispuso a volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África.
Emprendieron su viaje, se detuvieron en Civitavecchia, y en Ostia.
Estando en este puerto situado en las costas del Mar Tirreno a un barco que les llevase a su tierra natal, le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

Fue canonizada por el papa Siricio por aclamación popular a finales de la década del año 390.


Sus restos reposan en la capilla de Santa Monica de Hipona, en la basílica de Sant'Agostino in Campo Marzio, en Roma.

Santa Mónica es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana, de piedad y bondad probadas; madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aun bajo las circunstancias más adversas.


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