Nueve meses antes de la fiesta de la Natividad de María (8 de septiembre), la Iglesia celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Esta fiesta fue establecida en 1476 por Sixto IV; y Clemente XI la hizo universal (Solemnidad) el 6 de diciembre de1708, bajo la Bula Papal Commissi Nobis Divinitus. 

Pío IX proclamó solemnemente, en 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción de María a través de la Bula Ineffabilis Deus: “Declaramos, afirmamos y definimos verdad revelada por Dios la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada, por especial gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción”. 

Es una de las fiestas marianas más importantes del calendario litúrgico y que se celebra en todo el mundo. Por decreto pontificio, es la fiesta patronal de Argentina, Brasil, Chile, Italia, Corea, Nicaragua, Paraguay, Filipinas, España, Estados Unidos y Uruguay. Por real decreto, se designa como día en honor de la patrona de Portugal. 

María, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original. 

La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente llena de la Gracia de Dios. Él la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada.

María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

“En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba prometida a una varón de la estirpe de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y Él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin».
María dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si no conozco varón?».
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia”. (Lc 1,26-38)


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