
Antonio Abad, o Antonio Magno, o Antonio del Desierto, o San Antón (España) nació el 12 de Enero del año 251 en el pueblo de Comas, cerca de Heracleopólis Magna, en el Bajo Egipto, en el seno de una familia de labradores acaudalados.
Fue un monje cristiano, fundador del movimiento eremítico (persona que elige una vida en soledad, sin contacto permanente con la sociedad).
Tendría unos 18 o 19 años cuando, participando de la Eucaristía, escuchó que se estaba leyendo el Evangelio de San Mateo y quedó prendado de las palabras de Jesús: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres” (Mateo 19, 21).
Cuando murieron sus padres -Antonio había cumplido los 20 años- decidió llevar a la práctica aquel mandato de Jesús que le marcó el alma; entonces, repartió su herencia entre los pobres y se marchó al desierto. Allí vivió como ‘ermitaño’, en completa soledad, dedicado a la penitencia y la vida de oración, en la "ermita" que él mismo construyó: una fosa ubicada al lado de un cementerio. Esa cercanía con la muerte despertó en su corazón muchas reflexiones en torno a la vida de Jesucristo, vencedor de la muerte. Algunas de esas reflexiones fueron puestas por escrito y providencialmente han sobrevivido al tiempo, llegando hasta nosotros principalmente por la obra de San Atanasio, y en algunos escritos de San Jerónimo.
Pronto se convirtió en el organizador de algunas comunidades de varones con llamadas semejantes a la suya, buscadores de Dios en la renuncia al mundo y una vida en silencio. Muchos de esos hombres vivieron el mismo estilo ascético en el desierto, o hicieron de la soledad un verdadero espacio de encuentro y diálogo con Dios.
Por eso se le considera uno de los precursores del monacato. Esta forma de vida monástica que puso en práctica se extendió durante el primer milenio de la cristiandad, dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia.
Junto a San Atanasio, defendió la fe y la doctrina cristiana contra el arrianismo, la peligrosa herejía que negaba la divinidad de Jesucristo, comprometiendo la naturaleza misma de la Santísima Trinidad.
San Atanasio de Alejandría (328-373) decía de Antonio:
“Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para ser constantes en orar: en efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un momento en que su memoria suplía los libros”.
Luego añade:
“Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban ‘amigo de Dios’; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano”.
La tradición dice que permaneció eremita hasta que falleció el 17 de enero del año 356, en el Monte Colzim, Egipto, a la edad de 105 años.
La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, se puso bajo su advocación tras su fundación en el siglo XII, momento en el que los restos de San Antonio Abad fueron llevados desde Alejandría a Constantinopla. Tras la caída de ésta, las reliquias de Antonio son llevadas a la provincia francesa del Deflinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint- Antoine-en-Viennois. Fue entonces cuando se estableció la celebración de su fiesta el 17 de enero.
Según la tradición española, San Antón es el patrón de los animales, donde ese día, muchas personas y sus mascotas acuden a algunos templos donde a los animales se les imparte una bendición.
ORACIÓN

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