Basilio Magno y Gregorio Nazianceno fueron dos obispos y doctores de la Iglesia.
Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia (hoy Turquía), apellidado “Magno” por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus escritos educó a los fieles y brilló por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos.
Gregorio, amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla y, finalmente, de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad de Jesús, mereciendo por ello ser llamado “Teólogo”.


BASILIO MAGNO

San Basilio de Cesarea (ca. 330-1 de enero de 379), llamado Basilio el Magno o Basilio el Archimandrita (en griego: Μέγας Βασίλειος), fue obispo de Cesarea de Capadocia (hoy en Turquía) y preeminente clérigo del siglo IV. Ostenta el título de Doctor de la Iglesia, y en las iglesias ortodoxas y católicas orientales, el título de Gran Jerarca.

Nació en Cesarea, la capital de Capadocia, en el Asia Menor, a mediados del año 329.
Descendiente de familias cristianas que habían sufrido persecuciones, entre sus nueve hermanos destacaron Gregorio de Nicea, Macrina la Joven y Pedro de Sebaste, tambien declarados santos. Su padre, Basilio el Viejo, y su madre, Emelia, poseían vastos terrenos y Basilio pasó su infancia en la casa de campo de su abuela, Macrina, cuyo ejemplo y enseñanzas nunca olvidaría.

Inició su educación en Constantinopla y la completó en Atenas; allí tuvo como compañeros de estudio a Gregorio Nacianceno, que se convirtió en su amigo inseparable, y a Juliano, que más tarde sería el emperador conocido como "Julio el Apóstata".
Basilio y Gregorio se asociaron con los más selectos talentos contemporáneos y, como dice éste último en sus escritos:

“Sólo conocíamos dos calles en la ciudad: la que conducía a la iglesia y la que nos llevaba a las escuelas”.

Tan pronto como Basilio aprendió todo lo que sus maestros podían enseñarle, regresó a Cesarea, donde pasó algunos años en la enseñanza de la retórica. Cuando se hallaba en los umbrales de una brillante carrera, se sintió impulsado a abandonar el mundo, por consejos de su hermana mayor, Macrina. Esta, después de haber colaborado activamente en la educación y establecimiento de sus hermanas y hermanos más pequeños, se había retirado con su madre, ya viuda, y otras mujeres, a una de las casas de la familia, en la ciudad turca de Annesi, para llevar una vida comunitaria.
Fue entonces cuando Basilio, al parecer, recibió el bautismo. Desde aquel momento, tomó la determinación de servir a Dios por medio de la pobreza evangélica; y comenzó por visitar los principales monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, con el propósito de observar y estudiar la vida religiosa.
Al regreso de su extenso viaje, se estableció en un campo en la región del Ponto, separado de Annesi por el río Iris. En aquel retiro solitario se entregó a la plegaria y al estudio.

Con algunos discípulos que no tardaron en unirse a él, entre los cuales figuraba su hermano Pedro, formó el primer monasterio que hubo en Asia Menor. Organizó la existencia de los religiosos y enunció los principios que se conservan desde entonces, y que gobiernan la vida de los monjes en la Iglesia de oriente.
San Basilio practicó la vida monástica propiamente dicha durante cinco años, aunque en la historia monástica tiene tanta importancia como San Benito de Nursia.

Lucha contra la herejía arriana

Por aquella época, el Arrianismo estaba en su apogeo, y los emperadores arrianistas perseguían a los cristianos ortodoxos.
En el año 363, se le convenció a Basilio para que se ordenase diácono y sacerdote en Cesarea; pero inmediatamente, el arzobispo Eusebio tuvo celos de la influencia de éste. Basilio, para no crear discordias, se retiró nuevamente al Ponto, donde se dedicó a ayudar en la fundación y dirección de nuevos monasterios. Sin embargo, Cesarea lo siguió reclamando.
Dos años más tarde, Gregorio Nacianceno, siendo obispo y en nombre de la ortodoxia, sacó a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de la fe frente al Arrianismo; y tras reconciliarse con Eusebio, se quedó en Cesarea como primer auxiliar del arzobispo; aunque, en realidad, era él quien gobernaba la Iglesia.
Durante una época de sequía a la que siguió otra de hambre, Basilio vendió todos los bienes que había heredado de su madre, y con el dinero distribuyó alimentos entre los más necesitados; además, también organizó un sistema de ayuda, que comprendía a las cocinas ambulantes que él mismo, ataviado con delantal y cucharón en mano, conducía por las calles de los barrios más apartados para distribuir alimentos a los pobres.

Su episcopado en Cesarea

Tras el fallecimiento de Eusebio en el 370, y a pesar de la oposición de algunos círculos poderosos de la ciudad, Basilio fue elegido para ocupar la sede arzobispal. El 14 de junio tomó posesión, para disgusto de Valente, el emperador arriano, que antes de cumplirse doce meses del nombramiento de Basilio, llegó a Cesarea con la misión de convencer a Basilio para que se sometiera o, al menos, accediera a tratar algún pacto. Pero Basilio le respondió:

"¿Qué me vas a poder quitar si no tengo ni casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Qué me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento".

Ante esta respuesta, el emperador Valente decidió enviarlo al exilio y se dispuso a firmar el edicto; pero hasta en tres ocasiones la pluma con que iba a firmar se partió en el momento de comenzar a escribir. El emperador, atemorizado ante aquella extraordinaria manifestación, confesó que muy a su pesar admiraba la firme determinación de Basilio y resolvió que, en lo sucesivo, no volvería a intervenir en los asuntos eclesiásticos de Cesarea.

Apenas terminada esta desavenencia con el emperador, Basilio quedó envuelto en una nueva lucha, provocada por la división de Capadocia en dos provincias civiles y la consecuente reclamación del obispo de Tiana, Antino, para ocupar la sede metropolitana de la Nueva Capadocia. La disputa resultó desafortunada para Basilio por haberse enquistado la relación con su amigo Gregorio Nacianceno, a quien Basilio insistía en consagrar obispo de Sasima, un miserable y baldío lugar que estaba situado en terreno en disputa entre las dos Capadocias.

Mientras defendía a la iglesia de Cesarea de los ataques contra su fe y su jurisdicción, no dejó de mostrar su celo en el cumplimiento de sus deberes pastorales; hasta en los días ordinarios predicaba por la mañana y por la tarde a asambleas tan numerosas que él mismo las comparaba con el mar.
Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar todos los domingos, miércoles, viernes y sábados, además de las reuniones en la iglesia antes del amanecer para cantar los salmos.
Para beneficio de los enfermos pobres, estableció fuera de los muros de Cesarea un hospital tan grande y bien acondicionado que Gregorio Nacianceno lo describiría como "una ciudad nueva y con grandeza suficiente para ser reconocido como una de las maravillas del mundo", y que llegó a ser conocido con el nombre de Basiliada.
A pesar de las enfermedades crónicas que padecía, con frecuencia realizaba visitas a lugares apartados de su residencia episcopal.
Gracias a la constante vigilancia que ejercía sobre su clero, y su insistencia en rechazar la ordenación de los candidatos que no fuesen dignos, hizo de su archidiócesis un modelo de orden y disciplina eclesiásticos. No obstante, no tuvo tanto éxito en los esfuerzos que realizó en favor de las iglesias que se encontraban fuera de su provincia.

El 9 de agosto de 378, el emperador Valente recibió heridas mortales en la batalla de Adrianópolis y, con el ascenso al trono de su sobrino Graciano, se puso fin al ascenso del Arrianismo en Oriente. Cuando sucedió esto, Basilio se encontraba ya en su lecho de muerte.

 

Murió el 1 de enero del año 379 a la edad de cuarenta y nueve años, agotado por la austeridad en la que había vivido, el trabajo incansable, y una penosa enfermedad.
Toda Cesarea quedó de luto, y sus habitantes lo lloraron como a un padre y protector. Paganos, judíos y cristianos se unieron en el duelo.

Gregorio Nacianceno, su amigo y Arzobispo de Constantinopla, el día del entierro, dijo:

“Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.

Setenta y dos años después de su fallecimiento, durante el Concilio de Calcedonia se le rindió homenaje con estas palabras:

“El gran Basilio, el ministro de la gracia quien expuso la verdad al mundo entero indudablemente que fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores".


GREGORIO NACIANCENO

Gregorio Nacianceno (Nacianzo, Capadocia, Imperio romano; 329 - +Nacianzo, Capadocia, Imperio romano, 25 de enero de 389), también conocido como Gregorio de Nacianzo o Gregorio el Teólogo, fue un arzobispo cristiano de Constantinopla del siglo IV.​ Llamado el "Demóstenes cristiano" por su elocuencia, y en la iglesia Oriental llamado "el Teólogo", por la profundidad de su doctrina y el encanto de su elocuencia. Es uno de los llamados Padres Capadocios, junto a San Basilio y San Gregorio de Nicea, con quienes cooperó para derrotar la herejía arriana. Es también uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia Griega.

Nació el mismo año que su gran amigo Basilio. Perteneció a una familia de santos: Su padre, Gregorio el Mayor, fue un judío converso y obispo de Nacianzo por 45 años; su madre, Nona; y sus hermanos, Cesáreo y Gorgonia.
Estudió en Cesarea, en Palestina, donde estudió leyes por diez años en Atenas. Entre sus compañeros de estudio estaba el que sería su gran amigo Basilio y el futuro emperador conocido como "Julián el Apóstata".
Gregorio volvió a Nacianzo sobre los 30 años y se unió a Basilio por 2 años viviendo de forma solitaria. Y aunque prefería esta vida eremítica, regresó para ayudar a su padre anciano en la administración de la diócesis.
Fue ordenado contra su voluntad por su padre en el 362, y huyó de él para volver a la vida eremítica con Basilio, pero en apenas 10 semanas regresó a sus responsabilidades como sacerdote.
Escribió una apología sobre las responsabilidades del sacerdote.

Alrededor del 372, fue consagrado obispo de Sasima por su amigo Basilio, un páramo inhóspito y miserable, pero no lo aceptó, y siguió como coajutor de su padre; esto causó la ruptura de la amistad entre ambos, aunque se se reconciliaron años despues.
Se retiró por 5 años a un monasterio en Seleucia (en la actual Turquía).
Al morir el emperador Valente, se mitigó la persecución a los cristianos ortodoxos, y un grupo de obispos lo invitaron a Constantinopla; ciudad que había sido dominada por los arrianos durante 30 años. Fue nombrado obispo de ella, aunque sufrió mucho por las difamaciones y persecuciones de los arrianos.
Poco después de su consagración como obispo de Constantinopla en el 381, sus enemigos pusieron en duda la validez de su elección. Para restaurar la paz, dimitió de su cargo y volvió a Nacianzo, donde la sede episcopal estaba vacante. Administró la diócesis hasta que eligieron a un sucesor, y alrededor del año 384 se retiró a la soledad de Arianzo.

Después de disfrutar cinco tranquilos años en el retiro de su finca familiar, murió el 25 de enero de 389.

Sus restos fueron trasladados a Constantinopla en el año 950, a la iglesia de los Santos Apóstoles.
Los cruzados de la Cuarta Cruzada (1204) cogieron parte de ellos, que acabaron en Roma. Luego fueron colocados en una capilla lateral de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, conocida precisamente como "Altar gregoriano".
El 27 de noviembre de 2004, esas reliquias, junto con las de Juan Crisóstomo, fueron devueltas a Estambul por Juan Pablo II, conservando el Vaticano una pequeña porción de ambas. Actualmente están conservadas en la Catedral Patriarcal de San Jorge en el Fanar, en Estambul.


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