Raimundo de Peñafort, O.P (Peñafort, c. 1175 - + Barcelona, 6 de enero de 1275) fue un clérigo dominico, escritor y jurista católico.

Rechazando una vida cómoda (era hijo del noble castellano de Peñafort), se había dedicado desde muy joven a los estudios filosóficos y jurídicos.
A los veinte años ya enseñaba filosofía en Barcelona, y a los treinta, recién graduado, enseñaba jurisprudencia en Bolonia. El sueldo que obtenía como docente lo gastaba en socorrer a los necesitados.

Regresó a Barcelona por invitación de su obispo, quien lo nombró canónigo. Pero cuando los dominicos llegaron a esa ciudad, le invitaron a ingresar en la orden y Raimundo, abandonándolo todo, entró en ella.
Dieciséis años después, en 1238, fue nombrado Superior General, cargo que no pudo rehusar; el humilde sacerdote que siempre rehusaba honores y prestigio, esta vez no lo logró.
Durante dos años visitó a pie los conventos de la Orden; después reunió el Capítulo general en Bolonia y allí presentó su renuncia. Así, a sus setenta años, pudo regresar a la enseñanza y a la pastoral.

Fue nombrado confesor del rey Santiago de Aragón, al que no dudó reprocharle su conducta durante la expedición a la isla de Mallorca; éste intentó forzar la conciencia del santo, exigiéndole hacer vistas gordas a su mal proceder.
Raimundo resistió con vigor, llegando al punto de pedir permiso para abandonar la nave en alta mar y volver a Barcelona. El rey negó su autorización a tamaña "locura", la que para el santo parecía cosa sencilla, dado que Jesús vino a sus discípulos "caminando sobre el mar" (Mateo 14 25). Confiado en Dios, le dijo al monarca:
-"Un rey de la tierra me cierra el paso, pero el Rey del Cielo ha de abrirme un camino mejor. O dicho de otro modo, ¡él mismo es mi camino!"-
Pero el rey amenazó Raimundo con la pena de muerte si trataba de huir.
Al desembarcar en la isla, Fray Raimundo advirtió que una escolta armada se encargaba de custodiarlo para impedir su fuga. Después de conquistar la confianza de los guardias con su acogedora bondad, les manifestó el deseo de rezar caminando por la playa, y éstos consintieron. Pero bajo la estupefacta mirada de los soldados, extendió su escapulario de lana sobre las aguas del mar, para luego "embarcarse" sobre él; se abrigó con una parte de su manto, izó la otra punta con su bastón a manera de una vela, y el resto… sólo fue cosa de invocar el santo nombre de María, Señora de los vientos, de la que era un fiel devoto; y un soplo suave pero veloz impulsó el improvisado velero, que en menos de seis horas le dejaba en el puerto de Barcelona, venciendo milagrosamente los 360 km de distancia.
Cuando llegó a su convento ya de madrugada, la gran puerta se abrió por sí sola. Se dirigió a su celda conventual, y al amanecer, con la modestia característica de los santos, fue a recibir la bendición del Superior y comunicarle que su misión en la corte real estaba cumplida.
Ante tal manifestación de un poder incomparablemente mayor que el suyo, el rey se hizo un fiel seguidor de las advertencias de Fray Raimundo, tanto en lo concerniente a la dirección de su conciencia como al gobierno del reino.
Sólo mucho tiempo después los hermanos tuvieron conocimiento del portentoso milagro, y por otros conductos.

Una de sus grandes obras apostólicas fueron las misiones para la conversión de los hebreos y los mahometanos que vivían en España.
Según la tradición, se le atribuye el mérito de haber invitado a Santo Tomás de Aquino a escribir la Summa contra Gentiles. También redactó importantes obras de teología moral y de derecho, entre ellas la Summa casuum, para la administración correcta y eficaz del sacramento de la penitencia.

Falleció el día 6 de enero de 1275 en la ciudad de Barcelona, a los 95 o 100 años.
Sus restos mortales fueron depositados en el Convento de Santa Catalina y, en 1838, fueron trasladados a la Catedral de Barcelona, donde ocupan la capilla actual desde 1879.

 

Fue beatificado en 1542 por Pablo III, y canonizado el 29 de abril de 1601 por Clemente VIII.


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