Ángela de Mérici (Desenzano del Garda, 21 de marzo de 1474 - +Brescia, 27 de enero de 1540) fue una religiosa italiana Y fundadora de las Ursulinas, la primera congregación religiosa femenina enteramente entregada a la educación de las niñas y jóvenes.

Pasó su primera infancia en el campo, al lado de sus padres, unos sencillos agricultores que trabajaban en el valle.
Su padre, Giovanni Merici, le gustaba contarle historias de la vida de los santos. Ángela, casi sin querer, a desarrollar un sentimiento de cercanía por quienes siguieron los pasos de Jesús. Con mucha naturalidad, la niña empezó a relacionarse con ellos a través de la oración. A través de los santos, o gracias a ellos, en el corazón de Ángela iba naciendo el deseo de entregar su vida a Dios.
A los 10 años quedó huérfana. Unos tíos suyos se hicieron cargo de ella, de su hermana mayor y de su hermano. Como su tío era un personaje acaudalado, representó para los tres niños un gran cambio, puesto que no tuvieron que pasar más necesidad.
Tras la muerte repentina de su hermana, Ángela se aferró a la intercesión de la Virgen María y a la figura de San Francisco de Asís, refugiándose por completo en la oración y en la práctica de la penitencia.
Fue así como, cierto día, estando en oración, Ángela entró en éxtasis por primera vez: tuvo una visión en la que la Virgen María le concedió ver a su hermana muerta. Su consuelo fue inmenso cuando la vio rodeada de los santos.

A los 13 años, Ángela se hace terciaria franciscana.
A la muerte de su tío, cuando tenía 20 años, vuelve a su tierra natal, Desenzano, donde convierte su casa en una improvisada escuela, donde se dedica a asistir a los pobres y a catequizar a las niñas.
Aunque aún no era religiosa en ese momento, como corresponde a todo miembro de una tercera orden, había encontrado finalmente un camino de entrega total al Señor y de servicio a los más necesitados.

En 1516, los franciscanos le pidieron a la santa que fuera a Brescia a acompañar a una mujer que había perdido a su esposo e hijos en la guerra, y que pasaba por una experiencia de tristeza indecible. Ángela permanece dos años con ella, ayudándola material y espiritualmente. Luego decide permanecer en esa ciudad, hasta que en 1524 parte a Jerusalén con un grupo de peregrinos; estando de paso en Creta sufre de una ceguera temporal, que la obliga a ser guiada a Tierra Santa, a donde logra llegar. Milagrosamente, durante el viaje de regreso recupera la vista.
En 1525 parte a Roma y se entrevista con Clemente VII, quien la invita a hacerse cargo de un grupo de enfermeras, pero Ángela rechaza la oferta:
"Es en Brescia donde Dios me quiere".
Le confiesa al pontífice que había tenido una visión en la que unas doncellas ascendían al cielo en una escalera de luz. En la visión, las santas vírgenes estaban acompañadas por ángeles que tocaban dulces melodías. Todas portaban coronas con piedras preciosas. De pronto, la música cesó y Jesús la llamó por su nombre y le pidió que creara una sociedad de mujeres. De esta manera, el Santo Padre le otorgó el permiso para formar una comunidad de religiosas de vida consagrada.

El 25 de noviembre de 1535, en la Iglesia de San Afra en Brescia, Ángela y 28 compañeras consagraron sus vidas al servicio de la educación de las niñas. El nombre de la nueva familia espiritual fue “Compañía de Santa Úrsula”, que con el tiempo terminaría uniendo varios institutos de vida activa y contemplativa

En una nueva visión, Santa Úrsula, su mayor inspiración, se le aparece a la santa y la nombra patrona de la fundación.

Ángela fallece El 27 de enero de 1540.

Las ursulinas recibieron el reconocimiento pontificio en 1544 por voluntad de Pablo III, estableciéndose posteriormente como congregación en 1565.
Tres años más tarde, en 1568, San Carlos Borromeo convocó a las ursulinas a Milán, persuadiéndolas de formar una rama de clausura, siguiendo la inspiración del Concilio de Trento (1545-1563).

Fue canonizada el 27 de mayo de 1807 por Pío VII.


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