San Enrique II el Santo, o Enrique II de Alemania (6 de mayo de 973 - +13 de julio de 1024), fue un​ rey alemán (1002-1024) y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1014-1024), el último del linaje del emperador Otón I, y de la dinastía Sajona.

Creció en un ambiente profundamente cristiano.
Educado por los canónigos de Hildesheim y después por el obispo de Ratisbona, sucedió a su padre y luego a su primo Otón III, transformándose en 1002 en rey de Alemania y, dos años después, también de Italia, mientras su hermano Bruno renunciaba a la corte para ser el obispo de Augusta; y una de sus hermanas monja, mientras la otra se desposó con el que sería San Esteban de Hungría.

En el 1014, el Benedicto VIII consagra a Enrique Emperador del Sacro Imperio Romano.

Fue el más grande apóstol de la paz en el segundo decenio del siglo XI y uno de los más destacados promotores de la civilización occidental, colaborando a la labor del Pontificado y de los monjes de Cluny de cuyo abad, San Odilón, fue gran amigo.
También fue oblato de la Orden de San Benito; por ello es patrono de todos los oblatos de la orden benedictina y de los que no tienen hijos.

Destacó por su actividad misionera y reformista. Y seguramente pocos reyes tuvieron, ya en vida, tan buena fama y gozaron del amor de sus súbditos.
San Enrique realizó lo que a muchos puede parecer imposible: ser emperador, vivir continuamente ocupado en los problemas públicos y entre guerras, y buscar la santidad.

Tras su fallecimiento, fue enterrado en la catedral de Bamberg, Alemania.

Es patrono de todos los oblatos de la orden benedictina y de los que no tienen hijos.


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