Durante muchos siglos el santuario dedicado a la Virgen del Pilar ha sido el centro de vida espiritual no solamente de la ciudad de Zaragoza, de todo Aragón y de toda España, sino también de muchos países latinoamericanos, y de millones de fieles de esta advocación mariana en todo el mundo.

Según la tradición, la Virgen se apareció aún en vida, en carne mortal, al Apóstol Santiago el Mayor, el cual se encontraba predicando a orillas del rio Ebro, en Zaragoza.

Aunque tan solo se supone la veracidad de estos hechos, existe un testimonio escrito en latín de finales del siglo XIII, que se encuentra en las páginas finales de un códice de San Gregorio Magno, conservado en el archivo de la Basílica de Santa María del Pilar.

Hoy se celebra no solo una tradición piadosa por una advocación de María aparecida a Santiago Apóstol en Zaragoza, se celebra también la propia tradición de la Iglesia.

Una tradición viva que, junto con las Sagradas Escrituras, nos transmite la revelación pública de Dios.

El amor a la Santísima Virgen también tiene su fundamento en lo que Dios nos ha comunicado en las Sagradas Escrituras y en la Tradición de la Iglesia.

Ojo, esto no quiere decir que el resto de las tradiciones marianas que no hayan podido ser confirmadas por documentos o escritos carezcan de valor; al contrario… Dichas tradiciones, documentadas o no, pueden ser un vehículo de verdadera devoción a la Madre de Dios, y de un amor sincero a su Hijo Jesucristo.

 

La tradición de la Virgen del Pilar no pertenecerá directamente a la tradición de la fe cristiana, no tendrá la confirmación  histórica que hubiese sido deseable; sin embargo, nada podrá impedir que los devotos de la Virgen del Pilar la acepten  como tradición piadosa y venerable.

El hablar de la “Venida” de la Virgen a Zaragoza y a España es creer no solamente la verdad teológica de la presencia de la Virgen en una iglesia particular, sino en toda la Iglesia Universal.


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