
El médico gentil
San Lucas es el autor del Tercer Evangelio y de epístola de los Hechos de los Apóstoles. Según el historiador Eusebio, había nacido en Antioquía de Siria, y era un gentil.
San Pablo de él en la Carta a los Colosenses, definiéndolo como “Lucas , el médico querido”; habla de sus compañeros y nombra primero a “los de la circuncisión”, es decir, a los judíos, sin incluir entre ellos a Lucas (Col 4, 10-11).
Además, en su Evangelio, Lucas demuestra una sensibilidad particular en lo que se refiere a la evangelización de los gentiles. Es él quien narra la parábola del Buen Samaritano; es él quien cita las palabras de aprecio de Jesús por la fe de la viuda de Sarepta, de Naamán el Sirio y del Samaritano leproso, el único que vuelve para dar las gracias tras haber sido curado.
Al lado de Pablo
No sabemos nada de las circunstancias de la conversión de Lucas, pero podemos deducir a través de la epístola de los Hechos de los Apóstoles cuándo Lucas se une a Pablo. Hasta el capítulo 16, los Hechos de los Apóstoles están narrados en tercera persona, y de repente, después de la visión que tiene Pablo de un macedonio que le pide que pase a Macedonia y los ayude (Hch 16, 9) pasan a la primera persona del plural: “Inmediatamente intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarles” (Hch 16,10). Por lo tanto, esto confirma que Lucas acompañó a Pablo en el año 51 a Samotracia, Neápolis y Filipos.
Después se repite otro pasaje en tercera persona, lo que nos hace pensar que Lucas no fue arrestado con Pablo; e incluso que se quedara en Filipos después del arresto de éste. Siete años más tarde, Pablo regresó a aquella región y Lucas, que en el capítulo 20 vuelve a narrar en primera persona, estuvo junto a él en Mileto, Tiro, Cesarea y Jerusalén. Cuando Pablo se halla cautivo en Roma en el año 61, Lucas se quedó a su lado, como así lo demuestran las Cartas de Pablo a Filemón y a Timoteo. Después de que todos le abandonaran, en la fase final del cautiverio, Pablo escribe a Timoteo: “el único que está conmigo es Lucas” (2Tm 4,11) .
El evangelista de la Misericordia
Es posible percibir la original diferencia del Evangelio de Lucas del resto de evangelios canónicos, gracias a los seis milagros y a las dieciocho parábolas que no se encuentran en los demás. Vemos en él una atención particular hacia los pobres, las víctimas de injusticias, los pecadores arrepentidos y acogidos dentro de la misericordia y el perdón de Dios.
Es Lucas quien escribe sobre Lázaro y el rico Epulón; quien escribe también sobre la parábola del Hijo pródigo y el Padre misericordioso que lo recibe con los brazos abiertos; también quien escribe sobre la pecadora perdonada que lava los pies de Jesús con sus lágrimas y los seca con sus cabellos; quien cita las palabras de María en el “Magnificat” cuando dice que Dios “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos”. (Lc 1, 52-53).
Al lado de María
La relación particular con María, la madre de Dios y madre nuestra, es otra de las características principales de su Evangelio. Gracias a él, y posiblemente por el testimonio directo de María, conocemos el pasaje de la Anunciación, de la visita a Isabel y del ya mencionado “Magnificat”. También gracias a él conocemos detalles de la Presentación de Jesús en el Templo y la angustia de María y José al no encontrar a su hijo.
Se dice de él que puede que también fuese pintor, fruto de esa sensibilidad narrativa, descriptiva y también iconográfica de su evangelio.
Las noticias sobre su muerte son inciertas: algunas fuentes hablan de su martirio; otras dicen que vivió hasta una edad avanzada. Aunque La tradición más antigua narra que murió en Beocia (Grecia antigua), a los 84 años de edad y después de haberse establecido en Grecia para escribir su Evangelio.
(Rf. www.vaticannews.va)
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