
Simón, llamado Cananeo o Zelotas, pertenecía al grupo formado en Israel. Se llamaban los “zelotes”. Su fin era trabajar duramente contra la invasión romana en su país. Sin embargo, la escucha de la palabra de Cristo fue para él el descubrimiento a la universalidad del amor de Dios. Judas, llamado también hijo de Santiago o también Tadeo, se ha convertido en un de los santos más populares por los favores que concede a la gente en lo concerniente a la búsqueda de trabajo.
Son dos de los Apóstoles menos conocidos, cuando paradójicamente se cuentan entre los más próximos a Jesús de Nazaret, pues son dos de sus primos. La tradición es bastante cierta en el caso de Judas Tadeo, ya que de las Escrituras se deduce que su padre, Alfeo, era hermano de San José; mientras que su madre, María de Cleofás, era prima de la Virgen. Por lo que se refiere a Simón, no existen certezas.
Ambos santos se celebran conjuntamente puesto que cuenta la tradición que los dos iban siempre juntos en su apostolado.
El Evangelio cita a Simón como el décimo Apóstol, precisamente delante de Judas Tadeo. Este es el único dato cierto. Muchos identifican a Simón con el homónimo primo de Cristo, hermano de Santiago el menor. Los bizantinos lo identificaron con Natanael de Caná, el mayordomo de las bodas de Caná.
A Judas se le llama Tadeo para distinguirlo del otro Judas, Iscariote, el que traicionó a Jesús vendiéndolo por treinta monedas de plata, y que se suicidó después colgándose de un árbol. El Señor lo llamó para completar el número de los doce apóstoles, encargados de ser los continuadores de la obra de Jesús en el mundo.
San Judas escribió poco: tan sólo una carta suya se encuentra en la Biblia. La finalidad de su escrito era una crítica severa contra los gnósticos, una herejía que separa lo físico de lo espiritual.
Su Carta termina con estas palabras: "Sea gloria eterna a nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".
Los dos murieron martirizados de forma cruel: fueron arrestados y llevados ante el Templo del sol, donde se les ordenó dar culto a la diosa Diana, renegando a Cristo. Se narra que Judas Tadeo rechazó esta orden y declaró como falsos los ídolos paganos; y que, en ese mismo instante, dos demonios salieron del templo, destruyéndolo. La gente que asistía a la escena, asustada, se abalanzó con ferocidad sobre los dos apóstoles, que fueron asesinados brutalmente.
Las reliquias de ambos santos se custodian en la Basílica de San Pedro.
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