
El demonio ya trata de hacer todo el mal que puede. Si pudiera hacer más mal, lo haría.
Si el sacerdote reza el rosario cada día y le pide a Dios que le proteja contra toda asechanza del Maligno, nada debe temer.
El poder del Dios es infinito, el del demonio no.
De todas maneras, San Pablo nos dice: Vestíos la armadura de Dios, para que podáis resistir las estratagemas del Diablo.
Y San Juan dice: Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el que nació de Dios el unigénito lo guarda, y el Malo no puede tocarle. 1Jn 5, 18-20.
Y Jesús nos dijo: Mirad os he dado poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y autoridad contra toda fuerza del enemigo, y nada podrá dañaros. Lc 10, 17-19. Las palabras de Jesús son taxativas: nada podrá dañaros.
Para un cristiano temer al demonio está completamente injustificado, la fe en Dios rechaza todo temor. Santa Teresa de Lisieux antes de entrar en el Carmelo, siendo niña tuvo una vez un delicioso sueño:
“Una noche soñé que salía a dar un paseo sola por el jardín. Al llegar a la escalera había que subir para llegar a él, me paré sobrecogida de espanto. Delante de mí, cerca del emparrado, había un barril de cal, y sobre aquel barril bailaban con agilidad sorprendente, a pesar de las planchas que arrastraban sus pies, dos horribles diablillos. De repente, fijaron en mí sus encendidos ojos, y luego, en aquel mismo instante, mostrándose mucho más espantados que yo, saltaron del barril y fueron a esconderse en la ropería, que estaba enfrente. Viéndoles tan poco valientes, quise saber lo que iban a hacer, y me acerqué a la ventana. Los pobres diablillos estaban allí, corriendo sobre las mesas, sin saber qué hacer para huir de mi vista. A veces, se acercaban a la ventana, mirando con recelo para ver si yo seguía allí; y al verme, empezaban a correr de nuevo como desesperados.
Este sueño nada tiene, ciertamente, de extraordinario. Creo, sin embargo, que Dios ha permitido que lo recuerde siempre para demostrarme que un alma en estado de gracia nada tiene que temer de los demonios, que son cobardes, capaces de huir ante la mirada de un niño”. (Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma, capítulo I).
Y santa Teresa de Jesús escribió en el Libro de su Vida:
“Pues si este Señor [Dios] es poderoso como veo que lo es y sé qué son sus esclavos los demonios -y de esto no hay que dudar pues es fe-, siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿por qué no he yo de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno? Tomava una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera tomarme con ellos a brazos, que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos; y ansí dije: ahora venid todos, que siendo sierva del Señor, yo quiero ver me podéis hacer. Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos que se me quitaron todos los miedos que solía tener hasta hoy; porque aunque algunas veces los vía, como después, no los he habido más casi miedo, antes me parecía ellos me le havían a mí.
Quedome un señorío contra ellos, bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Paréceme tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza.
No saben estos enemigos derecho acometer, sino quien ven que se les rinde, o cuando lo primite Dios para más bien de sus siervos que los tiente y atormenten. Plugiese a su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello ansí: que espantados nos train estos demonios porque nos queremos nosotros espantar.
(…) Esta es gran lástima, más si todo lo aborrecemos por Dios y nos abrazamos con la cruz y tratamos de servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia. Es amigo de mentiras y la mesma mentira, no hará pacto con quien anda en verdad.
(…) No entiendo estos miedos: ¡demonio, demonio!, adonde podemos decir: ¡Dios, Dios!, y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo primite. ¿Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen a el demonio que a él mesmo; porque él no me puede hacer nada”. (Santa Teresa de Jesús, Libro de su Vida, cap 25, nº 19-22).
El cardenal Ratzinger escribía a este respecto: “El misterio de la Iniquidad se inserta así en la perspectiva cristiana fundamental, es decir, en la perspectiva de la Resurrección de Jesucristo y de su victoria sobre el Poder del Mal. En esta óptica, la libertad del cristiano y su tranquila confianza que rechaza el miedo (1 Jn 4, 18) toma toda su dimensión: la verdad excluye el miedo y así permite reconocer el poder del Maligno”. (palabras del Cardenal Ratzinger en el libro del cardenal Joseph Suenens, Renovacion y poder de las tinieblas.
Como se ve, nuestra fe nos enseña que el demonio existe, pero también nos enseña que existe dentro de la construcción teológica de la fe en Dios nuestro Señor. Y la fe en Dios es incompatible con el miedo, la fe en Dios destruye todo miedo.
Nota A. De todas maneras, la experiencia me ha enseñado que es muy frecuente que a los laicos que participan en exorcismos ayudando al sacerdote, al acostarse ese día, el demonio les despierte en mitad de la noche. Al principio al oír cosas así pensaba que se debía a la preocupación subconsciente. Pero al cabo de unos años vi que no, que ciertamente el demonio rabioso por el bien que eso hacia a sus almas, les despertaba súbitamente esa misma noche.
A algunos incluso un par de noches.
En todos estos años, sólo una única vez la cosa ha ido un poco más lejos. Uno de los laicos que asistió era una persona que no creía mucho en todas estas cosas, de hecho no era practicante. Asistió más bien por curiosidad.
Le invité porque sabia que eso iba a hacerle un gran bien al alma. Y así fue, aquello le supuso un gran beneficio para su vida espiritual. El problema fue que al día siguiente su hija a la 1.00 de la noche en su casa, comenzó a presentar los mismos síntomas de un poseso durante dos horas. El marido preocupadísimo le decía a su mujer que él no sabia lo que era un poseso, pero que aquello que veía en su hija era lo mismo que había visto el día anterior en la iglesia. La niña lloró inconsolablemente durante dos horas seguidas. Sin ninguna causa, sin que nada se pudiera hacer para que parara en sus lloros que eran como nunca los habían visto en ella. Incluso en un momento dado comenzó a hablar con voz ronca. Se pusieron a rezar y en dos horas, aquella niña de seis años volvió a la normalidad.
Es un caso que demuestra lo furioso que le pone al demonio verse descubierto. Y esto demuestra como trata de vengarse, aunque esa venganza no pueda legar más allá de despertar a alguien en medio de la noche.
Lo que he dicho de la niña es una excepción, en este campo a veces las excepciones pasan.
Nota B. A mí, personalmente, lo único que me ha pasado de naturaleza extraordinaria ha sido que por la noche, acostado, se me encendiera la luz pocos minutos después de acostarme. Sólo me ha ocurrido una vez.
Conozco a mas sacerdotes que se dedican a estas cosas que lo mismo que a mí no les ha ocurrido nunca nada, o algo tan intrascendente como eso. Pero al igual que la excepción de la niña descrita en la nota 1, también hubo un exorcista al que el demonio en un exorcismo le dijo que le incendiaría el coche y tal cosa sucedió mientras conducía unos días después.
Como se ve en esta materia hay cosas excepcionales que a veces suceden. Desafortunadamente después hay quien piensa que eso es lo normal.
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