Es preferible hacer varias sesiones para así dar tiempo a la persona a que avance más en la vida espiritual. La vida de oración y el descubrimiento de Jesús deben ir a la par con las sesiones.

De lo contrario, tras la salida del demonio, si la persona vuelve a su vida anterior de pecado, el demonio puede volver a entrar.

 

De todas maneras, hay que sesiones en que se ve claro que el demonio está a punto de salir. Como es lógico no tiene sentido detener la sesión cuando se ve que puede salir de un momento a otro.

 

He conocido casos de sesiones que se han prolongado seis y siete horas.

Pero no conozco a nadie que se dedique a este ministerio de forma continuada que dedique más allá de una hora en cada sesión. El que dedica seis horas en cada sesión acabará agotándose en este ministerio y pidiendo ser relevado.

Este ministerio si se va a ejercer durante años debe ser realizado de un modo relajado y dentro de un gran orden. Cada sesión debe ser de una hora o dos como máximo. Después hay que parar y dar cita para la próxima semana. Las sesiones de una hora serán cada semana o cada dos semanas.

 

El exorcista no debe agotarse. Si recibe muchos casos, no debe dedicar más de la mitad del día a este ministerio.

Y preferiblemente no más de tres o cuatro días a la semana. Es bueno que el exorcista tenga otras funciones parroquiales. Los bautizos, confesiones, despacho, bodas y el resto de labores que conlleva la vida en la parroquia suponen una variación continua que son un enriquecimiento de su sacerdocio.

Dedicarse sólo a este ministerio del exorcistado sería un empobrecimiento. Si son muchos los casos debe formar a otros, pero no tratar de llevarlo todo sobre sus hombros. En esto cabe que al exorcista le entre una cierta soberbia con los años, considerándose a sí mismo una especie de hombre providencial de forma que no acabe de encontrar a nadie idóneo para formarle y que le ayude en este ministerio.

El exorcista deberá siempre estar en guardia contra las asechanzas del demonio que le tentará de soberbia. Quizá la soberbia sea el mayor peligro del exorcista.


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