
Existe una tradición literaria según la cual a algunos varones se les aparecerían demonios súcubos con los cuales podrían mantener relaciones sexuales. Mientras que a las mujeres se les aparecerían demonios íncubos, demonios adecuados para que pudieran mantener relaciones con las féminas.
Incluso la tradición literaria decía que los demonios súcubos tendrían la finalidad de recoger la semilla del hombre; para después a través de un demonio íncubo poder dejar embarazada a la mujer.
La idea de la existencia de embarazos demoníacos es una idea completamente literaria y ficticia, no conozco ningún caso real ni en el presente, ni en la Historia. Aunque, materialmente es evidente que sería posible. Es decir, materialmente no habría problema alguno en que un demonio recogiera la semilla de un hombre por este medio y la depositara en la mujer a través de un íncubo. Pero, repito, no se ha dado ningún caso que haya tenido un mínimo viso de credibilidad.
Dejando claro esto hay que sí existen espíritus íncubos, es decir, los que tienen relaciones con mujeres. Y, en mucha menor medida, espíritus súcubos, los que tienen relaciones con hombres.
Si estos espíritus son demonios o almas de seres humanos que no entraron en el Cielo, es algo difícil de saber. Lo que refieren las personas que han sufrido este fenómeno es que los sienten con cuerpo, aunque no pueden verlos.
Al principio pensaba que los demonios íncubos eran una ficción, hasta que me llegó un caso de una señora que me contó un caso de un fenómeno demoníaco muy curioso que por sus características concretas no había leído yo nunca. Como estaba seguro de que aquella mujer era seria y cuerda, tomé buena nota del caso pero no le di mayor importancia. Hasta que al cabo de un año me apareció un segundo caso. Ya el segundo caso me dejó muy pensativo pues los detalles concordaban perfectamente con el primer relato. Pero cuando me encontré con el tercer caso concordante, me di cuenta de que efectivamente podía existir este fenómeno demoníaco.
Las tres mujeres refirieron que sintieron que alguien les tocaba, incluso que les penetraba. Pero que no podían moverse, que querían gritar, pero que no podían. Aun estando el marido al lado de la cama esa noche, no pudieron ni siquiera hacer un gesto que pudiera despertarle.
El relato de estas mujeres (y de las muchas más que he escuchado en los años siguientes) no abundaba en más detalles, no ofrecía ninguna referencia visual, no eran relatos barrocos, sino muy sobrios. Conocer en profundidad a estas mujeres y estar seguro de su cordura fue lo que me hizo pensar que había algo más que un fenómeno literario.
Este tipo de fenómeno es una influencia externa, no tiene por qué ser signo inequívoco de una posesión. Una mujer puede sufrir esto una vez en la vida y no repetirse nunca más. Si el demonio íncubo aparece con frecuencia, habrá que examinar cuidadosamente a la persona orando por ella, para averiguar si se trata de una influencia o de una posesión.
El espíritu súcubo es mucho más infrecuente que el íncubo, es decir, es más infrecuente que este tipo de espíritus sean sentidos[1] por hombres que por mujeres.
Aun así escuché, por citar solo un ejemplo, el caso de un sacerdote que siendo seminarista, una noche, sufrió este fenómeno. Nunca más lo volvió a sufrir, pero está totalmente cierto de que lo que sucedió esa noche fue real. Sintió una presencia sobre su cama, notaba que era una mujer, podía palparla, se trataba de una mujer exuberante. El seminarista que siempre había sido completamente casto, se quedó quieto pero dejó que esta mujer se acercara. Boca arriba sintió como ese espíritu se le unía. Nunca más volvió a sufrir esta experiencia.
[1] Obsérvese que no utilizo el verbo “aparecerse”, sino el verbo “sentir”.
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