
Dios podría haber creado espíritus angélicos y directamente haberles concedido la gracia de la visión beatífica de Dios… pero había tres poderosas razones para concederles una fase de prueba antes de la visión beatífica.
La razón menos importante de todas era el que Dios tenia que dar a cada ser racional un grado de felicidad. Todos en el cielo ven a Dios, pero nadie puede gozar de Él en un grado infinito; eso es imposible. Solo Dios goza infinitamente.
Cada ser finito goza al máximo, pero de un modo finito. Goza finitamente de un bien infinito.
Dios, en su sabiduría, determinó algo especialmente inteligente: que cada uno determinara el grado de gloria que iba a gozar durante la eternidad. Y ya que cada uno ha de tener un grado, eso es inevitable, pues que cada uno decida ese grado.
¿El modo? Una prueba.
Según la generosidad, el amor, la constancia y demás virtudes que manifestemos en esa prueba, en esa medida será el grado.
Si está razón es importante, considero que todavía lo es más el considerar el hecho de que el único momento en el que un espíritu puede desarrollar su fe, su generosidad para con Dios es mientras todavía no lo ve. Después, al verlo, tendrá el agradecimiento por lo que ya contempla.
Pero ese amor generoso en la fe, esa confianza hacia Dios en la oscuridad es posible sólo antes de la visión. Después, ya nunca será posible. Todo será posible menos eso.
Por eso la prueba es un don de Dios; un don para que en nosotros germine y se desarrolle la fe con todos sus frutos. Esa fe en nosotros ya no podrá nacer durante toda la eternidad.
Donde hay visión ya no podrá haber fe. Y tras la fe y como consecuencia de ella viene las virtudes subsiguientes, que cada ángel desarrollaría unas más, y otras menos.
Ante todo, el tiempo de prueba daba la posibilidad de que nacieran y se desarrollaran las virtudes teologales. Y después unos ángeles desarrollarían más la virtud de la perseverancia, otros de la humildad, etc.
No obstante Dios, al dar la libertad, sabe que una vez que la conceda pueda encauzarse a sí misma hacia el bien o hacia el mal.
Porque Dios puede crear el cosmos como quiera, según su voluntad, sin ningún límite; pero el santo no se crea, se hace a sí mismo con la acción de la gracia.
Conceder pues, el don de la libertad a los espíritus supone que puede aparece una Madre Teresa de Calcuta, o un Adolf Hitler. Una vez que se concede el regalo de la libertad, se concede con todas las consecuencias.
Por eso la aparición del mal no fue un trastocamiento de los planes divinos. La posibilidad de la aparición del mal ya formaba parte de los planes divinos antes de la creación de criaturas pensantes.
De todas maneras, aunque la prueba era necesaria para determinar el grado de gloria, la razón más importante y poderosa para conceder el don de la libertad era obtener el amor de un modo libre.
Sin esa prueba, Dios hubiera podido obtener el agradecimiento de los seres a los que hubiese dado un grado de gloria sin pasar por el riesgo de una prueba.
Y puesto que Dios es un ser que ama y quiere ser amado, el único modo de obtener ese amor en la fe, confiado, desinteresado en la oscuridad del que todavía no ve, era proponer esa prueba.
El amor a Dios no se crea, es una donación por parte de la criatura.
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