Rechazarla al momento.
La tentación nada puede hacernos si la rechazamos, si no dialogamos con ella es inocua.
Porque desde el momento en que dialogamos con ella, en que ponderamos los pros y los contras de lo que nos dice, em que tomamos en consideración lo que nos propone, desde es mismo instante nuestra fortaleza se resquebraja, nuestra oposición se debilita.
Una vez iniciado el diálogo necesitaremos mucha mas fuerza de voluntad para rechazarla.


Otra cosa que observamos los confesores es que, algunos penitentes muy devotos, se agobian mucho a veces antes ciertos pensamientos que les vienen acerca de tentaciones a cometer grandes pecados.
Este tipo de personas muy devotas y religiosas no se explican como les vienen esos pensamientos, y se sienten muy culpables e impotentes.

Habiendo entendido lo que es una especie inteligible infundida por un demonio, se comprende que el mejor modo de obrar contra ella es ignorarla, hacer justo lo contrario de lo que nos propone o ponerse a rezar.
Desesperarse no sirve de nada.
Pero si uno no se desespera, el que se desespera es el demonio.


El demonio nos puede introducir pensamientos, imágenes o recuerdos, pero no puede introducirse en nuestra voluntad.
Podemos ser tentados, pero al final hacemos lo que queremos.
Ni todos los poderes del infierno pueden forzar a alguien a cometer ni el más pequeño pecado.


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