
La respuesta la tenemos en este versículo:
“Considerad como perfecta alegría, hermanos míos, cuando os veáis cercados por diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia”. (Santiago 1, 2)
Sin tentación, no existiría esa constancia de la virtud que resiste una y otra vez contra toda seducción tentadora.
Dicho de otro modo: hay determinados tipos de virtudes que jamás podrían existir sin haber resistido la tentación. Es más, cuanto más dura sea la prueba, mayor será la luz de esa virtud al sobre ponerse a esa tentación.
Esto nos lleva a pensar lo siguiente:
Dios podría haber contenido a los demonios de manera que nunca hubieran podido interferir en la historia de los hombres.
Pero Dios sabía que los demonios, aunque por un lado fueran causa de males, también serian ocasión de mayores bienes, porque serian ocasión de que la virtud fuese más valiosa. Podríamos decir que, en cierto modo, aceptó la posibilidad de que hubiera más oscuridad en este mundo sin con ello se lograba que la luz fuese más pura y luminosa.
De lo contrario, hubiese bastado una simple orden de Dios para que ni un solo demonio hubiera podido entrar nunca en contacto con ningún ser humano; luego, si permitió este contacto, es que sabía que de ello vendrían bienes.
Añadir comentario
Comentarios