
Si el demonio puede tentar, también podría hacerlo de forma continua, intensa, sin descanso, y trata de provocar por tanto una obsesión o una fobia o una depresión u otras enfermedades.
Si hemos dicho que puede transmitir especies inteligibles, podría transmitirlas con tal frecuencia que perturbara seriamente la vida ordinaria de la persona, hasta tal punto de desequilibrarla.
Por poder hacerlo, lo puede hacer. Pero Dios impide su libre actuación sobre nosotros; toda acción del demonio sobre los hombres debe ser permitida por Dios.
A la pregunta, por tanto, de si el demonio puede provocar enfermedades mentales, la respuesta es: sí, si Dios lo permite.
Se trata de una respuesta que tiene un carácter casi universal. Pero por amplia que sea, mucho me temo que no hay otra respuesta a esa pregunta.
Conocido el mecanismo interno que usa para provocar la tentación, este modus operandi también se puede usar de forma tan tenaz que desequilibre a la persona; entra dentro del poder del demonio el hacerlo.
Lo único que puede impedirlo es la voluntad de Dios.
Ahora bien, ¿lo impide siempre?
Indudablemente, no. Si Dios no impide siempre la actuación de las causas naturales que provocan la enfermedad, tampoco impide siempre la actuación del demonio.
Ahora bien, em este ámbito de la actuación del demonio más allá del campo de la tentación, la actuación del demonio es excepcional.
Toda enfermedad mental se debe a causas naturales mientras no se demuestre lo contrario.
Por otro lado, si pusiéramos una al lado de la otra una persona enferma mental por causas naturales, y a otra enferma mental por causa demoníaca, no habría manera de distinguir la una de la otra, ya que solo veríamos el aspecto externo.
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