
Marta de Betania aparece descrita en el Nuevo Testamento, en los Evangelios de Lucas y Juan.
Según el Evangelio de Juan, los hermanos Marta, María y Lázaro vivían en la aldea de Betania, cerca de Jerusalén. Aparece como verdadera discípula cuando afirma que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios: «Ella contestó: - Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» (Jn 11,27).
También en el Evangelio de Juan, Marta y María de Betania aparecen en relación con dos incidentes: la resurrección de la muerte de su hermano Lázaro de Betania (Juan 11) y la unción de Jesús en Betania (Juan 12:3).
En el Evangelio de Lucas María de Betania, Marta y Lázaro de Betania están representados por San Juan como viviendo en Betania, pero parece que San Lucas implica que, al menos en algún momento, vivían en Galilea.
Lo hospeda en su casa varias veces, de camino a la predicación en Judea, y fue testigo directo de la resurrección de su hermano Lázaro.
Es el evangelio de Lucas el que ofrece más detalles de Marta, describiéndola en su cotidianeidad.
Narrando una de las veces en que Jesús se encuentra a la mesa con los amigos de Betania, el evangelista escribe:
«Tenía ella una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te afanas y preocupas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”» (Lc 10,38-42).
El Maestro reprende a Marta, para hacerle comprender que su encomiable laboriosidad corre el riesgo de hacerle descuidar su vida interior.
Es una advertencia que hace reflexionar sobre lo importante que es nutrir el espíritu, la escucha de la Palabra de Dios, porque es la Palabra de Dios la que da el sentido a la actividad cotidiana.
De cualquier modo, por su amorosa dedicación para ofrecer al huésped un descanso confortable en su casa, Marta es reconocida por la Iglesia como modelo de laboriosidad.
En tanto que Marta y María son respectivamente el ejemplo de la acción y de la contemplación, de la vida activa y de la oración, dos aspectos que no deben faltar en un cristiano, y que no deben contraponerse, sino ser complementarios.
La tradición narra que, después de las primeras persecuciones contra los cristianos, Marta, María, Lázaro y otros discípulos que seguían a Jesús, dejaron su tierra y llegaron hasta Saintes-Maries-de-la-Mer, en Provenza, donde llevaron el credo cristiano.
Fueron los franciscanos, en 1262, los que primero celebraron Santa Marta el 29 de julio, ocho días después de la fiesta de Santa María Magdalena.
En Betania, hoy llamada El-Azariyeh (el lugar de Lázaro), se encuentra todavía el sepulcro de Lázaro y un santuario construido sobre algunos restos bizantinos y cruzados, que a su vez custodian otros lugares preexistentes.
Probablemente se encontraba aquí la casa de Marta.
La iglesia de cruz griega del santuario está cubierta por mosaicos que representan los episodios evangélicos en los que son protagonistas Marta, María y Lázaro.
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