
DIOS
es lo único que importa. El demonio no sólo nos sirve para aprender cosas sobre aspectos de Dios. El mundo demoníaco es como el mundo abisal. La zoología de los fondos abisales donde no llega jamás la luz del sol, ni la más débil, es un ejemplo especialmente adecuado para comprender el mundo demoníaco. Un mundo de silencio y oscuridad, de formas monstruosas. Y, sin embargo, esa zoología lejana y oculta a nuestros ojos también muestra una faceta de la sabiduría divina.
Dios no hizo ese mundo demoníaco, pero su voluntad ha permitido su existencia. Y su existencia manifiesta el poder de la mano omnipotente de Dios, su terrible justicia. El mundo infernal es una prueba continua de que las sentencias de Dios pueden ser eternas. El submundo infernal es una prueba de que con Dios no se juega, de que tras la última oportunidad ya no hay perdón de Dios. El conocimiento de estas tinieblas exteriores, del lugar donde el gusano nunca muere, nos tiene que llevar a nosotros los sacerdotes a valorar más el amor de Dios.
Digo sacerdotes porque soy consciente de que esta obra será leída sobre todo por sacerdotes. Al recordar estas páginas que habéis leído meditad que somos hombres de Dios, que debemos proclamar a los hombres que hemos sido redimidos. Pero que todo hombre puede condenarse eternamente. El mensaje de Cristo es un mensaje de esperanza, de amor, de confianza, de Redención. Pero ese mismo mensaje nos recuerda esta espantosa posibilidad: algunos de nosotros nunca verán a Dios.
Acabo esta obra pidiendo a la Santísima Virgen María que nos proteja siempre, que nos cubra con su protector manto de amor. San Benito, San Jorge, San Miguel, proteged a este pobre autor de estas pobres páginas. Páginas sobre el demonio escritas a la mayor gloria del Creador. Que el Señor reine en nuestros corazones y que podamos alabarle por toda la eternidad cantándole un cántico de alabanza siempre nuevo. Cantando alrededor del trono del Cordero, en compañía de todos los santos mientras contemplamos las miríadas de ángeles.

En medio del trono y alrededor del trono había cuatro seres vivientes repletos de ojos delante y detrás. (…)
Los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, alrededor y por dentro estaban repletos de ojos, y día y noche repetían sin descanso:
“SANTO, SANTO, SANTO
es el Señor Dios todopoderoso,
el que era, el que es y que va a venir”.
Ap 4, 8
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