María Auxiliadora, o María Auxilio de los Cristianos (en latín: Maria Auxilium Christianorum) es una advocación de la Virgen María creada desde el año 345 a partir de una homilía de San Juan Crisóstomo. Esta advocación fue popularizada con el desarrollo de las obras educativas y apostólicas de Don Bosco y María Mazzarello en el siglo XIX.

Aunque comúnmente se la asocia a la Iglesia católica romana, la Iglesia ortodoxa conoce también la advocación desde 1030 en Ucrania, cuando el país logró defenderse de una invasión bárbara, hecho que la religiosidad de la época atribuyó al auxilio de la Virgen María. 

 

La batalla de Lepanto

Los mahometanos habían destruido ya el Imperio bizantino con la Caída de Constantinopla el 29 de mayo de 1453, y se preparaba para entrar a Europa. A donde llegaban imponían a la fuerza el islam y destruían todo lo que fuera cristiano, llenando de muerte y destrucción todo lo que ocupaban, incluso amenazando con invadir la misma Roma.
El Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María, fue el principal promotor de una alianza europea con el fin de contrarrestar el avance de los otomanos, a la cual se denominó la "Liga Santa" de 1571 (la segunda del siglo XVI) y que quedó conformada por España, Venecia, Génova, Malta y los Estados Pontificios.
Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo.
El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88,000 soldados; siendo los cristianos inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios.
Terminados estos actos se lanzaron como un huracán contra el ejército musulmán.
Al principio la batalla fue desfavorable para los cristianos, dado que el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, deteniendo el avance de sus barcos, todos ellos de vela. Pero luego, de forma repentina, el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas, derrotando por completo al enemigo.
Mientras la batalla se llevaba a cabo, Pío V, con una gran multitud de fieles, recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario.

En agradecimiento de tan espléndida victoria, Pío V mandó que, en adelante, cada año se celebrara el siete de octubre la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración:
MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.

 

Pío VII y Napoleón

Pío VII, quien gobernó la Iglesia Católica de Roma entre 1800 y 1823, fue el segundo Pontífice que daría una gran importancia a esta advocación mariana.
Le correspondió los años de la consolidación del Imperio napoleónico, en los que firmó con Napoleón Bonaparte un Concordato que parecía garantizar la paz entre la Iglesia y Francia, en 1801.
En 1804 fue a París para la coronación del nuevo emperador, pero solo pudo ungirlo porque Napoleón se impuso a sí mismo la Corona.
Bien pronto las aspiraciones ambiciosas de Napoleón entrarían en contraste con la influencia de la Iglesia.
En 1806 el Papa se negó a sumarse a la exigencia de Napoleón de bloquear a Inglaterra, lo que condujo a una invasión francesa de los Estados Pontificios y puso en prisión al pontífice, de 67 años de edad, primero en Savona y luego en Fontainebleau en 1809.
En su cautiverio, situación esta que le causó un gran sufrimiento y deterioró bastante su salud, el Papa hizo entonces una promesa a la Santísima Virgen:
"Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica".
Napoleón, por su parte, había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados"
Bien pronto la suerte de Napoleón cambió, y en los helados campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y sus fusiles se les iban cayendo... aquel que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres.
Al volver, se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le derrotó totalmente, siendo desterrado de su país a una triste prisión por el resto de su vida.
Pío VII recuperó su libertad, y regresó a su sede pontificia en Roma el 24 de mayo de 1814, donde cumplió su promesa.
De este acontecimiento, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.

San Juan Bosco y María Auxiliadora.

El 9 de junio de 1868 se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora.
Su constructor fue San Juan Bosco (ver Santoral, 31 de Enero), a quien se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora, empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos.
Fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus fieles, que en sólo cuatro años estuvo terminada la Basílica.
El santo solía repetir: "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen".
Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de María Auxiliadora, y son tantos los favores que concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.
San Juan Bosco decía:
"Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros".


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