
El jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés se celebra la fiesta de ‘Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote’.
Esta festividad tiene sus orígenes en la celebración del Sacerdocio de Cristo que la Iglesia realiza desde siempre pero que, en el caso de España, se le dedica un día del año.
Tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II (1962-1965), esta fiesta comenzó a hacerse más conocida gracias al impulso apostólico de la Congregación de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, congregación femenina de vida contemplativa, y cuyo carisma consiste en orar por la fidelidad de los sacerdotes y por el aumento de las vocaciones.
Su celebración fue introducida en España en el año 1973 con la aprobación de la Sagrada Congregación para el Culto Divino (hoy, Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos) y el patrocinio de San Pablo VI. Esta Sagrada Congregación dispuso además que esta festividad posea textos litúrgicos propios para la celebración de la Santa Misa y el rezo del Oficio Divino, aprobados en el año 1971.
El sacerdote es un mediador que tiene características propias: ha de ser humano, recibir una vocación divina, consagrado por Dios, compasivo y misericordioso con los pecadores y que ejerza ese oficio de mediador entre Dios y los hombres por medio de la oración y el sacrificio para la santificación propia y de los hombres y para gloria de Dios.
El sacerdocio se ordena al culto de la religión, y sus actos centrales son el sacrificio y la oración; a través de ellos el sacerdote lleva a Dios los deseos, las súplicas y los sacrificios de los hombres, y les comunica a éstos las gracias, el perdón de los pecados, la vida eterna y las cosas de Dios. Para que haya sacrificio es necesario que haya: víctima o cosa sensible que se ofrece, ministro oferente y acción sacrificial.
Añadir comentario
Comentarios