
Cada 1 de noviembre la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de Todos los Santos, sin excepción, tanto los reconocidos como los anónimos. Es la gran celebración de aquellos que comparten el triunfo y la gloria de Cristo eternamente, en virtud del esfuerzo en seguir de cerca a Jesucristo, cooperando con su gracia.
La Iglesia Universal se viste de blanco en este día, al verse confirmada como madre que convoca a sus hijos a la salvación, mientras que los hijos se ven fortalecidos por el ejemplo de quienes se adelantaron en el camino de la fe y la caridad.
Esta Solemnidad es un día propicio para compartir el júbilo por la obra salvífica de Dios a lo largo de los siglos; Obra que no se detiene jamás y que se renueva, a cada instante, en cada persona que responde a la gracia de Dios, viviendo la llamada a la plenitud en el amor.
La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tan numeroso que era imposible destinar cada día del año para recordarlos a todos individualmente. Fue en ese momento cuando la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar así a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día y una vez al año.
Hoy, esta Solemnidad de Todos los Santos compite culturalmente contra fiestas como "Halloween" y su espíritu comercial y pagano. La enorme diferencia con fiestas de este calado es que lo que se celebra realmente en este día es a lo que estamos llamados como cristianos: a vivir la santidad. No olvidemos nunca que estamos llamados a ser santos; y que debemos recordar y agradecer la vida de esos hombres y mujeres que lo dieron todo por amor a Dios y al prójimo.
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