
Cada 18 de noviembre, la Iglesia celebra la dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo, templos históricos ubicados en la ciudad de Roma, en los que reposan los restos de los dos apóstoles, símbolos de la unidad de la cristiandad, y auténticos pilares de la Iglesia.
Es lógico, por tanto, que siendo tan elevada la dignidad de estos dos apóstoles, las basílicas que llevan sus nombres reciban los honores que les son propios a su dedicación.
Tanto la Basílica de San Pedro, ubicada en la plaza central de la ciudad del Vaticano, como la Basílica de San Pablo Extramuros, fuera de la antigua ciudad romana, están cargadas de simbolismo y densidad espiritual para enriquecimiento y grandeza de la Iglesia Universal.
La Basílica de San Pedro

La primera Basílica de San Pedro (Ciudad del Vaticano) fue construida sobre la tumba de dicho apóstol por orden del emperador Constantino, en el año 323.
La edificación actual data de 1454, y su construcción duró 170 años, comenzando durante el pontificado de Nicolás V, y terminada por Urbano VIII, quien la consagró el 18 de noviembre de 1626.
Rafael, Bramante, Miguel Ángel y Bernini trabajaron en ella, plasmando lo mejor de su arte.
La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho y 133 metros de alto en su punto más alto: la cúpula.
Ningún otro templo de la cristiandad la iguala en proporciones.
La Basílica de San Pablo Extramuros

La Basílica de San Pablo Extramuros, después de la Basílica de San Pedro, es el templo más grande de Roma.
Su construcción fue también voluntad del emperador Constantino.
Lamentablemente, en 1823, fue destruida casi en su totalidad a causa de un terrible incendio.
León XIII inició su reconstrucción; una vez terminada, fue consagrada nuevamente el 10 de diciembre de 1854 por Pío IX.
Uno de los detalles más bellos se encuentra en su interior: las imágenes de todos y cada uno de los pontífices que han gobernado la Iglesia a lo largo de la historia.
Desde San Pedro hasta Francisco, están representados en mosaicos circulares independientes, uno al lado del otro, dispuestos a lo largo de todo el contorno superior del interior de la Basílica, y que recorren tanto su nave central como las naves laterales.
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