
Cada 14 de septiembre se celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, día en que recordamos y honramos la cruz en la que murió nuestro Señor Jesucristo. La contemplación de aquel madero, en el que el hijo de Dios vertió su sangre, es una puerta abierta al misterio del amor de Dios, que ha sido derramado sin medida sobre toda la humanidad .
De acuerdo a la tradición, en el siglo IV la emperatriz Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, encontró en Jerusalén el madero en el que murió Jesucristo. La reliquia permanecería en la ciudad hasta que, hacia el año 614, sería robada por los persas en calidad de "trofeo de guerra". Años más tarde, el emperador romano de Oriente, Heraclio, la rescató y así la cruz pudo retornar a Jerusalén el 14 de septiembre del año 628.
Para celebrar el retorno de la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador Heraclio dispuso que fuese llevada en solemne procesión. Él acompañaría personalmente el cortejo, revestido de todos sus ornamentos imperiales, hasta el punto que, debido a su peso, se le hizo imposible avanzar sobre el camino. Fue entonces cuando el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: "Es que todo ese lujo de vestidos que lleva están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles". De inmediato, el emperador se despojó de su manto y su corona de oro y, descalzo y ya más ligero, empezó a caminar por las calles, acompañando la procesión.
Posteriormente, la Santa Cruz fue dividida en partes: un fragmento fue enviado a Roma, otro a Constantinopla, mientras que un tercero se quedó en Jerusalén. El resto sobrante fue reducido a astillas, que serían distribuidas por distintas iglesias por todo el mundo. A estas se les denominó las reliquias de la Vera Crux (verdadera cruz).
Desde entonces, cada 14 septiembre se celebra este día, instituido como festividad litúrgica.
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