
La Natividad de la Virgen es una de las fiestas marianas más antiguas. Se cree que su origen está unido en el siglo IV a la Fiesta de la Dedicación de una antigua basílica mariana de Jerusalén, sobre cuyas ruinas fue construida en el siglo XII la actual iglesia de Santa Ana. La tradición dice que en este lugar estuvo la casa de los padres de María, Joaquín y Ana, donde nació la Virgen.
La fiesta comenzó a celebrarse en Roma en el siglo VIII, con el Obispo de Roma y sucesor de San Pedro Sergio I.
Es la tercera fiesta de la "natividad" en el calendario romano junto a la Natividad de Jesús, el Hijo de Dios (25 de diciembre, Navidad), y la de San Juan Bautista (24 de junio).
En los Evangelios no hay datos que confirmen esta fecha ni los nombres de los padres de María. En el Protoevangelio de Santiago, escrito en el siglo II, los padres de María se llaman Joaquín y Ana:
Ana era estéril y Joaquín, afligido por el rechazo social al no poder tener descendencia, se retira al desierto donde ayuna 40 días. Ana reza a Dios lamentándose de su infertilidad; entonces un ángel se presenta ante ella y le dice que concebirá y dará a luz. Tras el anuncio del Ángel a Ana, el ángel le comunica la noticia también a Joaquín.
La Iglesia la mira como Madre de Dios, pero aún más como la persona que mejor puede ofrecer el ejemplo y el modelo de vida cristiana con su fe, su obediencia a su Hijo, su servicio a los demás (a su prima Isabel, en las bodas de Caná, entre otros ejemplos). María es una mujer a imitar también por su confianza en los momentos más oscuros de la historia de su Hijo Jesús.
Esto, y mucho más, explica por qué el pueblo de Dios sabe que en ella puede encontrar refugio y consuelo, ayuda y protección; y por qué, aun siendo la Anunciación el acontecimiento fundamental en la vida de María, se celebra también esta Fiesta..
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