
libro de la Sabiduría 9, 13-19
¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?,
o ¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere?
Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.
Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿Quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto?
Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría.
Salmo 89, 3-4 5-6. 12-13. 14 y 17
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R/.
Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
carta del Apóstol San Pablo a Filemón 9b-10. 12-17
Querido hermano:
Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo.
Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad.
Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor.
Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.
Evangelio según San Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
+ «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
LA REFLEXIÓN DE HOY
Las lecturas de hoy nos plantean la siguiente pregunta:
¿Cómo saber tomar las decisiones correctas en el discurrir de nuestra vida? O, dicho de otro modo:
¿Cómo tomar decisiones que de verdad nos conduzcan a la vida según Dios?
La 1ª lectura nos habla de nuestra fragilidad como ser humano: nosotros, por sí solos, no podemos comprender los caminos de Dios. Necesitamos su Espíritu Santo para aprender a decidir con sabiduría.
Hoy lo vemos claro: tantas personas toman decisiones pensando solo en el éxito rápido, en el dinero o en la apariencia… y después, tarde o temprano, les llega esa sensación de vacío que todos, en algún momento, llegamos a experimentar.
Por eso este libro de la Sabiduría nos recuerda que la vida no se construye solo con nuestra inteligencia, sino también con la sabiduría que Dios, que por medio del Espíritu Santo se infunde en cada uno de nosotros.
El salmo nos invita a ser conscientes de que el tiempo pasa, que no se detiene ante nada, y que no somos inmortales. Y precisamente esto nos debería llevar a preguntarnos: ¿En qué estoy invirtiendo mi vida? ¿Sólo en cosas que se gastan, o también en aquello que permanece con el paso de los días?
En la 2ª lectura, San Pablo nos muestra algo concreto: que la fe no es solo teoría, sino que transforma relaciones. En un mundo donde seguimos viendo desigualdades e injusticias, discriminaciones y exclusiones, esta carta nos recuerda que nuestra fe en Dios también se juega en cómo tratamos a los demás.
En el Evangelio, Jesús, una vez más, habla con contundencia:
“Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.”
Seguir a Cristo exige tomar decisiones firmes, no seguirle “a medias tintas”, o solo cuando nos conviene. Seguir a Cristo es elegir el camino del amor radical, aunque sea difícil y costoso.
Hoy día, ese “cargar la cruz” es vivir con honradez en medio de la corrupción, con humildad en medio de tanta soberbia y egoísmo, mantener la fe cuando casi nadie lo hace.
Por eso, hoy, la Palabra de Dios se resume en esto:
Para seguir a Cristo necesitamos sabiduría para decidir, valentía para amar y humildad para vivir como hermanos.
En una sociedad que busca lo fácil y lo inmediato:
Pidamos a Dios la sabiduría del Espíritu Santo.
Seamos conscientes que todo el tiempo que pasemos en este mundo es un regalo.
Construyamos verdaderas relaciones de amor y fraternidad.
Y, sobre todo, que elijamos cada día a Cristo por encima de todas las cosas, aunque ello implique renunciar a muchas de ellas.
P. Marco A. Anton O.S.S.A.+
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