De lo íntimo y secreto de esta vida basta con lo apuntado. De las prácticas externas de la misma dará una idea el horario, donde puede verse cómo el cartujo pasa el día en su celda.

Es una celda amplia y espaciosa, bien provista de todo lo que el cartujo de ella necesita. Más que una celda, es una casita con su jardín, taller, etc. Completamente independiente. Se compone de dos compartimentos de dimensiones aproximadamente iguales. El primero, que sirve de vestíbulo, se llama "Ave María", por la que se reza al entrar en él de vuelta a la celda. Sólo hay una mesita adosada a una de las paredes; al pie de la mesita, una tarima para arrodillarse; y, encima, una estatua de la Santísima Virgen.

El segundo compartimento es la celda propiamente dicha. Está el reducido oratorio, donde el cartujo hace su oración y dice sus rezos; la mesa de estudio con su estante de libros, y allí es igualmente donde toma su comida.

Dependencias de la celda son el jardín donde cultiva sus plantas y sus flores; el taller donde ejecuta su trabajo manual, y el corredor, que comunica con la celda y el jardín.

La serie de celdas forman el claustro, en cuyo centro hay un jardín o huerta; y en el centro de esa huerta o jardín se encuentra el cementerio, donde se reunirán algún día los habitantes de todas esas celdas.

Volviendo al horario, es de advertir que los cartujos dividen la noche en vigilias y el día en partes de tiempo de igual duración más o menos. Otra cosa a tenerse en cuenta es que la Cartuja empieza el día cuando en las demás partes acaba; de ahí que el cartujo dé principio a su trabajo cuando los demás han concluido el suyo.

Este horario no es exactamente el mismo para todas las estaciones y días del año, pero las variaciones son muy accidentales. Para verlo vamos a poner un ejemplo con los días feriales, que son los más frecuentes:

A las once menos cuarto el cartujo, después de cuatro horas de sueño, se levanta; un cuarto de hora más tarde suena el primer toque de Maitines, va a su oratorio, se recoge un instante y ofrece a la Santísima Virgen las primicias de la vigilia, rezando Maitines y Laudes de su Oficio; terminados los cuales le queda un cuarto de hora, que gasta en prepararse para los Maitines y Laudes del Oficio canónico que, a las doce menos cuarto, se cantan en la iglesia, y vienen a durar de dos horas a dos horas y media.

Concluido ese Oficio, se salmodian los Laudes de difuntos, a cuyo final sigue un momento de silencio, durante el que los religiosos, de pie y vueltos al altar, se recogen interiormente. Terminados los Laudes, suena el toque del Angelus; se rezan las tres avemarías y, hacia las dos de la madrugada, vuelven a su celda; dicen Prima de Beata, o sea, del Oficio de la Virgen, hacen el ofrecimiento de sus obras, y se acuestan hasta las seis menos cuarto.

A las seis rezan Prima del día y Tercia del Oficio de la Virgen. A las seis y media suena el toque de Angelus; lo rezan, y hasta las siete, lo dedican a la oración. Esa media hora es el único tiempo señalado en el horario a dicho ejercicio durante el día. Quizá parezca extraño que los religiosos de vida contemplativa den tan poco espacio a la oración, pero según responde el Directorio de Novicios, “la vida de un Cartujo bien ordenada es una oración no interrumpida; por eso a los principiantes no se les señala más que media hora de oración mental, que deben hacer en su oratorio en la forma acostumbrada”. Esto solo rige con los Novicios y Profesos de votos simples, pues los Profesos de votos solemnes pueden consagrar a la oración todo el tiempo que quieran una vez satisfechas las obligaciones que la Regla les impone. A las siete suena de nuevo la campana, y todos los religiosos se dirigen a la iglesia, donde tienen un cuarto de hora de visita al Santísimo Sacramento, seguido de las letanías de los Santos, concluidas las cuales empieza la Misa conventual, que dura hasta las ocho. Después, los sacerdotes van de dos en dos a las respectivas capillas, donde dicen su misa. Antes de empezarla rezan juntos Tercia del día.

Terminadas las misas, la acción de gracias y el rezo de Sexta de la Virgen, vuelven a su celda y tienen un rato de lectura espiritual, hasta las diez, que recitan Sexta del día, al fin de la cual toman su desayuno. El tiempo que resta hasta las once lo dedican a algún trabajo manual. A las once recitan Nona del día, comen, tiene una hora de recreación, bien en el taller, o bien paseando o cultivando en el jardín.

A la una, terminada la recreación, empieza el estudio, que continúa hasta las dos. De dos a dos y media, trabajo manual, y a esa hora se dicen Vísperas de la Virgen, terminadas las cuales acude a la Comunidad a la iglesia, donde se cantan Vísperas del día, y, a continuación, el Oficio del día, que suele terminar a las cuatro y cuarto.

Entre cuatro y media y cinco se toma la cena, y a las cinco y media o cinco y cuarto se hace la recolección, que consiste en un cuarto de hora de examen de conciencia y otro cuarto de hora de lectura. A las seis y media se acuestan. Aquí termina el día cartujano y empieza la primera vigilia nocturna.
Los Profesos de votos solemnes no están sujetos a la rigidez matemática de este horario, excepto en lo que toca al rezo de los Oficios; pero el empleo del tiempo viene a ser lo mismo: puesto que todo él ha de emplearse en la oración, meditación, contemplación, canto y rezo de los Oficios, en leer escribir, estudiar y trabajar; únicamente son dueños de hacer la distribución del tiempo como mejor les parezca.

Los Estatutos se contentan con prescribir, como norma general, que el espacio entre Prima y Sexta se consagre todo a él a ejercicios espirituales. De Sexta a Vísperas, lo restante se puede dedicar por entero al trabajo manual. En este trabajo manual se incluyen el estudio y la lectura. De Vísperas o Completas, todo lo demás se dedica a ejercicios espirituales.

Muchos, aún después de su profesión solemne, siguen al pie de la letra el horario del noviciado; horario que, leído fuera de la Cartuja, por fuerza puede parecer monótono; pero a los que viven y están dentro de ella les parece más que holgado y ameno.

 

Si de algo se quejan los cartujos es de la rapidez con que el tiempo pasa.


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