LA VIDA CARTUJANA
LEYENDA Y REALIDAD

De la vida cartujana, generalmente no se sabe otra cosa sino lo que acerca de la espantable e inaudita rigidez de su Regla. La leyenda nadie sabe dónde ni cuándo nació, ni cómo se ha formado y extendido; en la que se representa al cartujo como un ser extraño, que no habla nunca y que, continuamente absorto y abismado en el pensamiento de la muerte, termina por aborrecer la vida.
De los que vienen a visitar la Cartuja, rarísimo será quien no crea lo de que los cartujos jamás despliegan los labios si no es para saludarse, y que todos los días dedican un ratito a excavar o ahondar su tumba y a contemplar el hoyo en que han de ser enterrados.
Esta total ignorancia ha sido causa y lo sigue siendo de que se malogren muchas vocaciones.
La vida cartujana no es eso que vulgarmente se cree y que vulgarmente se repite, ni las Cartujas se han hecho para servir de casa de corrección o de sanatorio de anormales; las Cartujas son para las almas que se acogen a ellas huyendo del contagio del mundo; para los que sienten hambre y sed de Dios y ansias de entregarse a Él, libres de todo estorbo de criaturas; para los que desean asegurar más y más su salvación, poniéndola bajo el amparo y salvaguardia de un sacrificio generoso; para los que, sinceramente arrepentidos de sus faltas, sienten la necesidad de satisfacer por ellas; en una palabra, para los que anhelan vivir en este mundo, con el menor riesgo de perderse y la mayor seguridad de salvarse.

Es vida que no ofrece nada de extraordinario, ni mucho menos de insuperable, a los que a ella son llamados; y a la que uno se acostumbra con mucha más facilidad de lo que nadie pudiera imaginarse. Pero se necesita cierto temple de ánimo, temperamento y carácter bien equilibrados, firmeza de voluntad y de propósitos y, sobre todo, verdadera vocación. Verdadera, porque las vocaciones indecisas no es posible que lleguen a cuajar en la Orden cartujana.
Es tradición muy antigua la de que San Bruno escoge de un modo particular a los que han de ser sus Hijos. ¿Será verdad? En algunos casos, así al menos lo parece.
VIDA MONÁSTICA Y EREMÍTICA

La vida cartujana es una feliz mezcla de la vida monástica y eremítica, mezcla como antes no se había conocido nunca ni se ha visto practicada después en ningún sitio, que es lo que constituye la originalidad de San Bruno. De la vida monástica tiene la ventaja de la obediencia y sujeción a los superiores, bajo la dirección y vigilancia de los mismos, sin el inconveniente del roce y la conversación continua con los hombres; y de la eremítica, la soledad y el silencio, que tanto favorecen la comunicación y trato íntimo con Dios.
Estéril en apariencia, la vida cartujana es de hecho muy fecunda, si se vive como es debido, y, en el orden sobrenatural, muy rica de todo género que de ella se derivan a las almas.

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