
No creo que sea aventurado afirmar, con toda prudencia, que quizá, tal vez, puede que no. Tal podría, me imagino, ser la délfica respuesta de un espíritu caído. Yo, con angélica ingenuidad, y no habiendo probado -o si los probé, no con fruición- los frutos del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal no puedo menos de seguir considerando que soy un hombre imperitus, ignarus et inscius[1].
[1] Todas estas palabras significan ignorante. Hay quien afirma que ya que el autor se llama a sí mismo ignorante, hacerlo en latín y de tres formas distintas mitiga, en cierto modo, la dureza de la afirmación.
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