A quienes tienden a imaginar la eternidad como un éxtasis en el que el tiempo deja de existir y perdemos la consciencia, debemos decirles que eso es un error. Tanto si estamos en el cielo como en el infierno, seremos nosotros mismo. Y después de la resurrección, las almas seremos reincorporadas al tiempo. Tras la resurrección, el tiempo y el espacio serán como ahora. Y pasará una hora y otra, un día, un año…

         Lo terrible de la condenación, lo espantoso de ella, es que pasará un año, cien años, mil años, un siglo y otro siglo, y sabremos que tras mil siglos habrá otros mil siglos. Y tras un millón de siglos, otro millón de siglos.

         Hay una comparación que me parece impresionante: Si un pájaro se posase sobre la tierra y con su ala rozara levemente el suelo, y después echara a volar. Y tornara a regresar al cabo de un siglo. Y volviese a rozar levemente el suelo otra vez. Y ese pájaro retornara sólo una vez cada siglo. ¿Cuántos siglos, cuantos milenios, necesitaría para que ese rozamiento desgastara todas las montañas, todas las rocas, todos los suelos del planeta? Pues eso sucedería y el primer segundo de la eternidad no habría hecho más que dar comienzo.

         Hermano que compartes conmigo el tiempo, que vives sobre la tierra y lees es libro, tómate en serio la eternidad, porque ni siquiera después de leer este libro hasta la última de sus cuestiones, hasta la última de sus líneas y de sus letras, sabes lo que es la condenación.[1]

 

 

[1] Parecía lógico comenzar esta obra preguntándose por el origen del mal y acabar toda la obra preguntándose al final del tratado si al final de los tiempos seguirá existiendo el mal.

También parece lógico preguntarse si hay algún simbolismo o mensaje en el número 183. Y sí, el mensaje es muy claro: con el simbolismo de los números no hay que pasarse. Hacer cábalas con los números es una deformación de la recta razón y al final es como unir con líneas las estrellas del cielo. Uno puede acabar viendo todo tipo de figuras donde sólo hay puntos brillantes. Aun así, mi secretario Adso no ha resistido la tentación de pasarme una nota en la que aparece la siguiente anotación:

183

1+8+3=12

(número de los Apóstoles)

1+2=3

(símbolo de la Trinidad)

Así que, ironías del destino, acabamos esta obra no resistiendo una tentación. Si acabamos una obra sobre el demonio no resistiendo una tentación, parecería lógico comenzar una obra sobre los ángeles sucumbiendo a un acto de virtud.


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