Nuestra Señora de Guadalupe, conocida comúnmente como la Virgen de Guadalupe,​ es una advocación mariana de origen mexicano, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, ubicada en el cerro del Tepeyac, en el norte de la Ciudad de México.

HISTORIA DE LAS APARACIONES

Según la tradición, y de acuerdo al relato guadalupano conocido como Nican mopohua (1556), el llamado "milagro guadalupano" ocurrió de la siguiente manera:


Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba ‘águila que habla’, o ‘el que habla con un águila’.
Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos, llegados a México en 1524, habría recibido el bautismo y el nombre hispano de Juan Diego, y su esposa el de María Lucía; se celebró también el matrimonio cristiano.
Su esposa falleció en 1529.
El sábado 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac tuvo lugar la primera aparición de la Virgen María, que se le presentó como «la perfecta siempre virgen santa María, madre del Dios verdadero». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición.

Como el obispo no aceptó, Juan Diego volvió a ver a la Virgen ese mismo día, y ella le pidió que insistiese (segunda aparición).

Al día siguiente, domingo 10, Juan Diego volvió a encontrar al obispo, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas, en confirmación del prodigio; ese mismo día tuvo lugar la tercera aparición, en la cual la Virgen María mandó entonces a Juan Diego que, al día siguiente, lunes 11, fuera a verla para que le diera la señal que haría que el obispo le creyera.

El día lunes 11, Juan Diego no fue al Tepeyac porque halló a su tío Juan Bernardino enfermo; su tío le pidió que al día siguiente fuera a Tlaltelolco en busca de un confesor, seguro de que iba a morir. Juan Diego obedeció y salió muy temprano el martes 12 de diciembre de 1531, pero recordando que la Virgen lo tenía citado, y temeroso de que lo entretuviera y no lo dejara ir en busca del confesor, quiso evitar su encuentro y así, en lugar de seguir derecho su camino, subió por entre el Tepeyac y el cerro al que estaba unido, pensando así rodearlo por la ladera que mira al oriente, hasta llegar a donde ahora queda el frente de la Basílica, y tomar ahí el camino de Tlaltelolco. En su desvío, la virgen le salió al encuentro (cuarta aparición) y le explicó la situación de su tío. A esto respondió la Virgen María:
"Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene, ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá de ella: está seguro de que ya sanó".

Juan Diego, convencido de lo que le dijo, pidió a la Virgen que le diera la señal y el mensaje para llevarlos al obispo.
La Virgen entonces le dijo que subiera a la cumbre del cerrito donde solía verlo, y que cortara las flores que allí encontraría, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante, y a pesar de la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró varias flores, entre ellas rosas de Castilla. Una vez recogidas se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al obispo como prueba de veracidad.
Una vez ante el obispo, el santo abrió su manta (tilma) donde había guardado las flores, y las dejó caer mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

Juan Diego no volvió a su casa hasta el día siguiente, ya que el obispo lo retuvo un día más. Aquella mañana le dijo: «Ve a mostrarnos dónde es la voluntad de la Señora del Cielo que se le erija su templo».
Juan Diego condujo a las personas que el obispo dispuso que lo acompañaran al lugar en que se había aparecido la Virgen, y en el que debería erigirse su Santuario; y pidió permiso para irse pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa, al llegar a la cual vieron que su tío estaba perfectamente sano.
Juan Diego explicó a su tío el motivo por el que él llegaba tan bien acompañado y le refirió las apariciones y que la Virgen le había dicho que él estaba curado. El tío, al oír el relato de su sobrino Juan Diego, manifestó que ciertamente la misma Señora lo había sanado, puesto que a él mismo se le había aparecido (quinta aparición) y añadió que le había dicho que dijera al obispo que era su voluntad que se le llamara «la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe».

Con el tiempo, Juan Diego, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó a los suyos, y todos sus bienes y posesiones y, con el permiso del obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo»; su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en basílica, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.

Juan Diego Cuauhtlatoatzin murió en 1548, con fama de santidad. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, atravesó los siglos, alcanzando América entera, Europa y Asia.

 

Después de que Juan Diego fuera beatificado el 6 de mayo de 1990 en la Basílica de Guadalupe (México),en 1998 la Congregación para las Causas de los Santos decidió crear una comisión histórica para investigar la existencia histórica de Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Esta comisión encontró en la tradición oral indígena, decisiva en cualquier estudio de los pueblos mexicanos, y en algunos documentos como el llamado Códice Escalada, fundamentos suficientes para afirmar la historicidad del indígena.
El 31 de julio de 2002, Juan Pablo II canonizó a Juan Diego Cuauhtlatoatzin en la basílica de Guadalupe, durante uno de sus viajes apostólicos a la Ciudad de México.


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