De nombre secular María de los Ángeles Guerrero González, Santa Ángela de la Cruz (Sevilla, 30 de enero de 1846 - +Sevilla, 2 de marzo de 1932) fue una monja católica fundadora de la congregación religiosa llamada Compañía de la Cruz, dedicada a ayudar a los pobres y a los enfermos.

Hija de unos padres muy humildes que trajeron al mundo a 14 hijos, solo seis de ellos alcanzaron la edad adulta. Ambos trabajaban para el cercano convento de los padres trinitarios, donde él hacía de cocinero y ella de costurera.
Un día, siendo Ángela muy niña, desapareció de casa y todos los vecinos se pusieron a buscarla, hasta que finalmente la encontraron en la iglesia rezando entre los bancos.
A los 12 años entró como aprendiz en un taller de zapatería, donde se trabajaba con el sonido de fondo del rosario y la lectura de vidas de santos.
Sus compañeras la vieron un día levitar sobre el suelo a imitación de algunos de ellos, pero eso no les extrañó pues ya la tenían por santa a la vista de su fe y de su caridad para con todos.
En su experiencia de oración vio una cruz vacía frente a la de Cristo crucificado y recibió la inspiración de inmolarse junto a Él por la salvación de las almas.

En 1865, una epidemia de cólera hizo estragos en la ciudad, cebándose en las familias más pobres y desprotegidas. Las corralas de vecinos no eran el ambiente adecuado para una enfermedad que exigía mantener la distancia para no contagiarse, pero Ángela no dudó en introducirse en patios y casas para atender a los enfermos.
Aquella experiencia despertó en su interior una llamada vocacional que ya venía asomándose a su vida desde pequeña.
Probó con las carmelitas descalzas del barrio de Santa Cruz, que la rechazaron al dudar de su salud.
Después lo intentó con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, con las que llegó a vestir el hábito, pero a las que tuvo que abandonar tras caer enferma.
Tras volver a su casa y al taller de zapatería, realizó sus votos religiosos de manera privada ante una imagen de Cristo crucificado.

Poco a poco se fue afianzando en su corazón la llamada a fundar una nueva realidad en la Iglesia: las Hermanas de la Compañía de la Cruz. Este sueño resonó también en tres amigas: Josefa, Juana María y Juana, iniciándose así el nuevo instituto el 2 de agosto de 1875.
Con el dinero de una de ellas alquilaron una casa que haría al principio las veces de convento. Desde allí salían cada mañana a asistir a los pobres, visitar en sus casas a los enfermos, hacer la comida a los necesitados.
Sevilla pronto comenzó a conocer y ensalzar la orden, sobre todo tras una nueva epidemia de viruela en 1876. Durante la misma se dedicaron a acoger a niños que habían quedado huérfanos.

Desde Sevilla se extendieron por toda España, fundando nuevas casas con un goteo incesante de jóvenes que deseaban vivir según su carisma.
Llevó durante muchos años las riendas de las nuevas fundaciones; pero en 1928, al cesar como madre general según las constituciones del instituto, pidió una celda habilitada en el hueco de una escalera mientras el servicio comunitario lo prestaba en la cocina como una hermana más.

Falleció el 2 de marzo de 1932 como consecuencia de un accidente cerebrovascular.
El cuerpo estuvo expuesto en la Casa Madre y, entre el miércoles y el sábado, pasaron para verla entre 60 000 y 70 000 personas.
En el entierro estuvieron numerosas personalidades, y autoridades municipales.
Su cuerpo, que reposa en la capilla de la Casa Madre en Sevilla, permaneció incorrupto a pesar de no haber sido embalsamado.

Fue beatificada el 5 de noviembre de 1982 por el Juan Pablo II, y canonizada el 4 de mayo de 2003 también por Juan Pablo II.


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