Francisco de Asís, de nombre secular Giovanni di Pietro Bernardone (Asís, 1181/11825 ​- +Asís, 3 de octubre de 1226)​ fue un santo italiano, diácono,​ y fundador de la Orden Franciscana, de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas y una tercera conocida como Tercera Orden Seglar, todas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia romana en la Edad Media. En italiano es conocido también como il poverello d'Assisi, es decir, “el pobrecillo de Asís”; de ser hijo de un rico comerciante de la ciudad, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios.

Hijo del rico mercader de telas Pietro di Bernardone, y de Pica, dama de la nobleza provenzal, había nacido y crecido entre las comodidades de la familia y de la vida mundana.
Pequeño de estatura y de carácter extrovertido, Francisco siempre tuvo en su corazón el deseo de cumplir grandes empresas; esto fue lo que a la edad de veinte años le impulsó a partir, primero a la guerra entre Asís y Perugia y después a las cruzadas.

Al regreso de la dura experiencia bélica, enfermo y agitado, resulta irreconocible para todos. Algo había marcado profundamente su ánimo, algo distinto a la experiencia del conflicto.
Nunca olvidaría las palabras oídas en sueños en Spoleto, Italia:
“¿por qué te empeñas en buscar al siervo en lugar del Señor?”.
Esa voz que oyó en Spoleto irrumpió en el silencio de la oración delante de un crucifijo bizantino en la iglesita abandonada de San Damián:
“Francisco, ve y repara mi iglesia, que como ves está en ruinas”.
Estas palabras, primero entendidas como una llamada a reconstruir piedra por piedra los escombros de la capillita, a lo largo de los años le desvelaron al joven su significado pleno. Había sido llamado a “cosas grandes”: “renovar”, en espíritu de obediencia, la Iglesia, que pasaba por un período de divisiones y herejías.

Su existencia tomó una nueva dirección, guiada por el constante deseo de saber a qué podía llamarlo el Señor.
La alegría incontenible que siente al ser amado y llamado por el Padre, acrecentaron en el joven el deseo de vivir de la Providencia y, en obsequio al Evangelio, decide ceder todos sus bienes a los pobres. Por ello, las tensiones con su padre Pietro di Bernardone fueron continuas. Este lo denunció públicamente, y Francisco manifestó entonces su deseo íntimo de esposar a la señora Pobreza, despojándose de sus vestidos delante del obispo.
La oración y la contemplación en el silencio de las tierras de Umbria, Italia, le condujeron a abrazar como hermanos a los leprosos y vagabundos por los cuales siempre había sentido disgusto y repulsión.
A Francisco se unieron numerosos compañeros que como él, deseaban vivir el Evangelio al pie de la letra: en pobreza, castidad y obediencia.

En 1209, el primer núcleo de los “hermanos” se dirigió a Roma para hablar con el Papa Inocencio III que, impresionado por “aquel joven de pequeña estatura y ojos ardientes”, aprobó la Regla.

Camino de vuelta a Asís, él y sus hermanos se ubicaron en un lugar llamado Rivotorto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos "Hermanos Menores" o "Frailes Menores".
Después de la estancia en Rivotorto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable.
Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente apodado "la porcioncita". Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.

También Clara, una noble de Asís, se sintió atraída por el carisma de Francisco, que la acogió y dio inicio a la segunda orden franciscana, llamadas “las hermanas pobres”, después más conocidas como "Clarisas".
Posteriormente, también fundó una Orden Terciaria para laicos.

A finales de 1212 y nuevamente en 1214 hizo un par de intentos de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Ambas empresas se frustraron.

En 1215 el número de frailes se había incrementado, no solo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España.
Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.

En 1216, bajo el pontificado de Honorio III, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.​

A partir de 1217​ organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.​

Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada "Venerable Orden Tercera", para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el Evangelio tras las huellas de Francisco.
Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Ugolino de Segni. Bajo la influencia de dicho cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la predicación de los Evangelios por encima de la educación formal.
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación por parte de la Santa Sede; nuevamente aceptó las exigencias, y para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.
El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Ugolino de Segni, la regla tuvo su forma definitiva​ y fue aprobada por el papa Honorio III.

Fue testimonio vivo de la alegría de la fe, acercando al Evangelio a los no creyentes con sus múltiples viajes, y captando incluso la atención del sultán, que lo acogió con honores en Tierra Santa.

El amor ardiente por Cristo, expresado tiernamente en la representación del primer nacimiento viviente en Greccio, Italia, durante la Navidad de 1223, llevó a Francisco a conformarse en todo con Jesús.

junio de 1224, Francisco asistió al que fue su último capítulo general de la orden.
Hacia principios de agosto, decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros, a quienes puso al mando del grupo. Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando de Chiusi, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló.
La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en un saliente de montaña.
En la fiesta de la Asunción, Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días. Por órdenes del poverello, fray León, uno de sus acompañantes al monte, lo visitaba dos veces al día para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, este fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir. Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.

En septiembre de 1224,​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa.
Después de intensas oraciones, se le presentó un serafín rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado. Fue el primer santo de la historia en recibir la marca de los estigmas.
Posteriormente, sus hermanos vieron dichos estigmas, que él conservó por el resto de su vida.
Sin embargo, hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno no del dolor que sentía fruto de ellos, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo. Desde entonces, iba con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.

Retornó a la Porciúncula acompañado solo por fray León; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, en el que su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio. Mientras tanto, su salud empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
Se encaminó luego a Rieti, instalándose en el palacio del obispo.
Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro candente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos.
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días; arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra. De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla.

Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44 años.
Al día siguiente, el cortejo fúnebre se encaminó hacia San Damiano y después a San Giorgio, donde fue sepultado.
Sus restos se encuentran en la Basílica de San Francisco, en Asís.

Fue canonizado el 16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX

La vida de Francisco fue una constante alabanza al Creador. 
El “Cántico del Hermano Sol”, primera obra maestra de la literatura italiana, escrito cuando todavía estaba postrado por la enfermedad, es la expresión de la libertad de un alma reconciliada con Dios en Cristo.

Es una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia del cristianismo.​


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