
SU PATRIA.
DISCÍPULO Y MAESTRO EN REIMS.
SUS LUCHAS EN DEFENSA DE LA IGLESIA.
SU RETIRO A LA SOLEDAD.
LAS SIETE ESTRELLAS.
EL DESIERTO DE LA CARTUJA.

En la ciudad de Colonia nace en 1035 el Fundador de los Cartujos, Bruno de Hartenfaust, perteneciente a una de las familias más nobles.
A los quince años, con objeto de continuar sus estudios, se trasladó a Reims. De vuelta a su ciudad natal, terminados los estudios, fue nombrado Canónigo de la iglesia de San Cuniberto. Transcurridos algunos años en el ejercicio de su apostólico ministerio, fue llamado a Reims por el Arzobispo, que le confirió el cargo de Maestrescuela de la catedral, en virtud del que vino a ser director de estudios superiores, inspector general de las escuelas de la Archidiócesis y Canónigo de la Metropolitana.
Tomó parte activa en la gran lucha que se reñía entonces entre el Sacerdocio y el Imperio; combatió por todos los medios a su alcance la simonía y demás plagas de aquella época, perdiendo en esa lucha su fortuna, sus títulos y todos sus cargos, y hasta hubo de huir de la ciudad para librarse de las persecuciones de sus enemigos.
Tras largo destierro, pudo volver a Reims, ciudad de la que en 1802 fue propuesto para Arzobispo.
Esta fue la coyuntura que aprovechó Bruno para poner en práctica la determinación de huir del bullicio del mundo y retirarse a la soledad para vacar allí únicamente a Dios.
Renunciando al Arzobispado, vendidos sus bienes y distribuidos a los pobres, salió de la ciudad y, en compañía de sus dos amigos Pedro de Berthune y Lamberto de Burgogne, se encaminó a la abadía de Molesme, de la que entonces era Abad Roberto, futuro Fundador del Císter.
Tras breve ensayo de la vida monástica, que no le satisfizo, se dirigió al solitario monasterio de Seche-Fontaine, donde probó por algún tiempo la vida eremítica, que tampoco le llenó del todo. Ansioso de mayor retiro y soledad, salió del citado monasterio y se puso en camino con dirección a las montañas del Delfinado.
Por el mes de junio de 1084, con seis compañeros que se le habían unido, llegó a la ciudad de Grenoble, de la que era Obispo su discípulo Hugo de Chateauneuf. Días antes había tenido este Obispo un sueño que no atinaba lo que podría significar. Vio que bajaban de lo alto y caían derribadas a sus pies siete estrellas, las que, remontándose de nuevo, continuaron a través de montes y llanos hasta un lugar conocido llamado con el nombre de Chartreuse, , donde desaparecieron. Al llegar Hugo allí en seguimiento de aquellas estrellas misteriosas, vio grupos de ángeles que se afanaban en levantar un edificio sobre cuyo techo reaparecieron las estrellas.
La llegada de Bruno le dio la clave para interpretar aquel sueño profético. Guiado por él, Bruno se dirigió con sus seis compañeros al lugar indicado por las siete estrellas, y allí, en aquel monte erizado de peñascos, en medio de aquel horrendo anfiteatro de montañas, con piedras y ramas de árboles construyeron, a manera de chozas, las primeras celdas, aquellas celdas que habían de servir de cuna a la Orden cartujana.

VA A ROMA LLAMADO POR EL PAPA.
EL DESIERTO DE CALABRIA.
SU MUERTE.
LA CANONIZACIÓN

En la primavera de 1090, llegó allí un mensajero con una carta del Papa Urbano II. En aquella carta se mandaba a Bruno que acudiese lo más presto posible a Roma, ad servitium Apostolicae Sedis[1], para ayudar al Papa, su antiguo discípulo, con su consejo y dirección en el gobierno de la Iglesia.
A los pocos meses de estar en Roma, sintió revivir en él su ansia inextinguible de vivir apartado del mundo. El Papa, accediendo a sus repetidas súplicas, después de admitirle la renuncia del Arzobispado de Reggio que él y Roger, duque de Pulla, se habían empeñado que aceptase, le concedió el anhelado permiso de retirarse al yermo.
Pero el Papa no quiso acceder a que saliese de Italia; así, pues, hubo de aceptar unos terrenos que Roger, conde de Calabria y tío del duque de Pulla, le ofreció en un paraje solitario de sus dominios, llamado La Torre, en la diócesis de Esquilache, a donde se trasladó a finales de 1090 con algunos compañeros del desierto de la Cartuja que le habían seguido a Roma.
En aquella soledad vivió once años, hasta el 6 de octubre de 1101, en que entregó apaciblemente su espíritu al Señor.
La beatificación la hizo León X sin forma de proceso el 19 de julio de 1514. Gregorio XV ordenó que la Misa y el Oficio de San Bruno fuesen incluidos en el Misal y Breviario Romano, y permitió la celebración de la fiesta el 6 de octubre en la Iglesia universal. El 14 de marzo de 1634, Clemente X elevó la fiesta a rito doble y mandó que se celebrase en toda la Iglesia, lo que equivale a la canonización.

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