La variedad posible del mal es infinita.

El lienzo La Gioconda es un bien, mientras que es un mal ese mismo lienzo con una vandálica rasgadura en pleno rostro.

El lienzo sigue siendo un bien, la rasgadura es un mal, el mal existe en un bien, en un ser.

Un rostro feo es un mal. El rostro es un bien, pero es un mal que sea feo.

La sequía que provoca hambruna, un incendio forestal, la desaparición de una especie animal, un vertido de petróleo en el mar, una enfermedad… la lista de males posibles es infinita. Hay infinitos males posibles. Podemos imaginar infinitos seres posibles, pues bien, cada ser admite infinitas posibilidades d deformación, infinitos grados de degradación. Pero el mal por antonomasia, el peor mal de todos, es el mal moral, es decir, cuando el hombre hace el mal moral, cuando el hombre a sabiendas decide hacer el mal.

El mal que sucede por culpa de la naturaleza, el mal que sucede por un error, por una imprevisión, es un mal inculpable. El peor mal, el mal cualitativamente distinto de todos los males inculpables, es el mal que se produce cuando un ser libre decide asumir sobre si la culpa de cometer el mal.


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