Ha sido mi propósito al escribir las reflexiones anteriores construir u sistema acerca del bien y del mal válido para cualquier persona con independencia de sus creencias y convicciones. Y he querido que la construcción de razonamientos fuera válida para todos porque la lógica si está bien construida debe ser válida para todos.

Ahora bien, sin concepto de Divinidad no existe justicia infinita. En un universo sin justicia no existiría el bien, y por tanto tampoco el mal. Luego el concepto de mal es un concepto ético.

Sin Dios, la ética es sólo una declaración de buenas intenciones. La ética sin Dios sería como un coche de bomberos en medio de un incendio de dimensiones cósmicas.

 

El concepto de bien y de mal no requiere del concepto cristiano de Redención, pero sí que precisa del concepto de Dios. El ateo y el agnóstico pueden ser buenas personas, un honrado ciudadano, un buen padre de familia, pero en el momento en el que se le coloque en una situación heroica, en una situación límite, se planteará si tiene sentido el no sucumbir al mal si las cosas son llevadas al extremo.

¿Hasta qué punto el bien sigue siendo un bien si su defensa me provoca un mal máximo?

Si yo, juez, sé que, por emitir una sentencia correcta, me van a matar a mi mujer e hijos, ¿hasta qué punto el bien que hago no se convierte, en realidad, en un mal para mí? Sólo una retribución post mortem da sentido al bien. Sin esa retribución, el ejercicio heroico del bien se convierte en una injusticia para el que lo practique. Se convertiría en un acto heroico en pro de un mundo sin sentido. En un acto generoso en pro de un mundo de egoístas.

Sin una Justicia Infinita, la práctica del bien heroico se convierte en algo muy loable, tan loable como carente de razón.

 

Si Dios no existe, todo es lícito. Si todo es lícito, sólo admitiré como norma para mí mis criterios de conveniencia. Si todo es lícito, nada es malo. Y si algo es malo, te fastidias.

Este razonamiento puede resultar cruel, pero impecable desde un punto de vista sin Dios, sin retribución, sin justicia definitiva.

 

Por el contrario en la visión cristiana, musulmana, budista, platónica, masónica, etc, etc, existe una visión del cosmos como orden.

Por el contrario sin Dios, sin posibilidad de conocer la verdad, sin la existencia de conceptos objetivos, el universo no es un orden. En esta selva cósmica no habría posibilidad alguna de pedir cuentas a nadie, no podemos invocar una razón superior para hacer o no hacer algo. En la ley de la selva, todo está permitido. La ley de la selva es el triunfo de la voluntad. El triunfo de la voluntad frente a la filosofía clásica que es el triunfo de la razón, el orden de la razón.

En el orden de la razón, el mal es un mal porque es malo. En el orden de la mera voluntad (la voluntad como razón última), el mal deja de ser un mal si lo deseo como bien.


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