
El demonio odia a los judíos[1]. La razón de esto es muy simple, los ángeles caídos odian todo aquello que es sagrado y todo aquello que tiene una relación con la religión. El pueblo judío fue fundado por Dios directamente. Es un pueblo creado por el Altísimo para entregar su revelación al mundo. Y aunque según nosotros las bendiciones del pueblo de la segunda lianza (el pueblo cristiano), son superiores al pueblo de la primera (los judíos), no por eso les han sido arrebatadas las bendiciones con que Dios les dotó. Todas esas bendiciones siguen presentes, por eso allá donde van prosperan. Siempre perseguidos pero siempre prosperando.
La razón de que vayan a donde vayan sean siempre perseguidos está en el furor del demonio que siempre está presto a crear a incitar el odio contra ellos. Pero nadie podrá contra ellos, es un pueblo destinado a pervivir hasta el fin del mundo. Ellos son el recuerdo viviente de la alianza de Dios con los hombres representados en Abraham. Son indudablemente un pueblo elegido. Siempre combatidos, pero nunca vencidos.
La razón de esta persecución constante es que la valla que protegía a este pueblo se ha levantado desde la muerte de Cristo en la Cruz. Desde ese día, las bendiciones siguen, pero la valla que les protegía contra el furor del demonio ya no está alrededor de ellos. Por eso tras la muerte de Nuestro Señor, Jerusalén fue arrasada, el Templo destruido y el pueblo judío vendido como esclavo y dispersado por todo el imperio romano.
Están condenados a sufrir las insidias del demonio hasta el fin de los tiempos, pero no serán vencidos. Están condenados a sufrir la persecución, pero vayan donde vayan prosperarán porque las bendiciones de los patriarcas continúan sobre ellos.
Lamentablemente algunos cristianos sufren de una manía visceral a los judíos, ellos no lo saben pero esa manía es una semilla plantada por el sembrador de la iniquidad. Muchos escudan esa manía a ese pueblo con la excusa de que se debe a la política del Estado de Israel. Pero no se dan cuenta de que hay algo más. Unas veces se les ha tenido manía por su prosperidad económica, otras porque sus costumbres eran distintas, ahora es por el Estado de Israel. El antisemitismo no es una reacción espontánea a algún hecho, es una constante incitación diabólica que si pudiera los barrería de la faz de la tierra. Porque ellos, su mera existencia, día tras día, le recuerdan una y otra vez esa alianza, esas bendiciones, esa imposibilidad de poder vencer los designios de Dios. La mera existencia de la progenie de Abraham en medio de la humanidad es el recuerdo constante del Antiguo Testamento a todos los hombres.
[1] Hago notar que el pueblo judío no es el Estado de Israel. Yo en estas líneas hablo del pueblo, no de un país concreto.
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