
Muchos se desesperan ante la carencia de exorcistas. Los que se desesperan consideran que vivimos un tiempo excepcional en que la falta de fe ha provocado esta situación de increíble escasez.
Dos milenios de existencia de la Iglesia han dejado claro que este ministerio no sólo se ejerce de modo excepcional, sino desgraciadamente en una mínima parte de los casos que necesitarían de este ministerio. La mayor parte de los posesos viven y mueren posesos. Y eso fue así antes de Cristo y también después. Los posesos o pueden sobrellevar una vida normal, o quedan aislados en casa atendido por familiares o han acabado en centros psiquiátricos a lo largo de la historia o se han suicidado.
Cristo entregó este poder y esta autoridad sobre los demonios, pero su ejercicio siempre ha sido excepcional, muchas menos veces de lo que hubiera sido preciso. Pero ello no por culpa de nadie, normalmente, sino porque salvo en los casos muy claros y patentes son muy pocos los sacerdotes que pueden llegar discernir cuando algo tiene o no una invisible causa demoniaca.
Además, el ejercicio de este poder sobre los demonios suele venir unido a una persona. Es decir, sólo los sacerdotes que alcanzan un determinado nivel de conocimientos sobre los demonios son los que exorcizan de forma habitual. Si nos fijamos en las vidas de los santos, veremos que en cualquier siglo y lugar apenas había exorcismos, pero que alrededor de los santos sí que afluían los casos de posesión. Parece como si los posesos instintivamente se encaminaran en busca de los hombres de Dios que puedan liberarles de su mal. Pero no es el instinto, es Dios quien los encamina. Pero muerto el santo su puesto en el ministerio no es reemplazado por otro. Esa ha sido la triste realidad.
Así que en los siglos futuros sucederá como en los pretéritos, muy de vez en cuando se seguirá exorcizando en cualquier lado los casos patentes. Pero el ejercicio continuado de este ministerio estará unido a personas determinadas, cuya ciencia morirá con ellos. La experiencia, la caridad con los posesos y los dones sobrenaturales morirán con el exorcista.
He dicho dones sobrenaturales porque cuando uno ejerce este ministerio durante decenios, no es infrecuente que Dios conceda gracias que constituyen verdaderas armas para luchar esta batalla invisible. Pero esto depende de la voluntad de Dios, unos reciben esas gracias y otros no aunque se dediquen muchos años.
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