
El caso más importante que he tenido en mi vida ha sido el de una chica a la que he dado en llamar Marta.
Un caso por el que llevo rezando ya cinco años, y al que se sumó otro sacerdote orando conmigo a partir del tercer año. Entre los dos rezamos tres horas y media cada semana.
Este caso, inconcluso todavía, es tan largo y prolijo de detalles, que aquí sólo va a poder ser resumido en sus líneas más generales. Una explicación cabal requeriría un libro sólo para explicar este caso.
Marta era una universitaria en la que aparecieron signos de posesión:
trances, convulsiones, perfecto entendimiento de lenguas por ella desconocidas, hablaba lenguas extrañas, mostraba aversión a lo sagrado, etc. En ocasiones conocía cosas completamente ocultas que yo a nadie había comentado.
Por supuesto entendía el latín cuando le hablaba en ese idioma. Incluso en tres ocasiones llegó a levitar, una de ellas encima de un sillón. Yo no fui testigo de ninguna de esas levitaciones, pero sí del resto de fenómenos aquí descritos.
Cinco años de oraciones, a razón de más de tres horas semanales como media, es algo que acaba con la paciencia de cualquiera. Pero ni su madre, ni yo, albergamos la menor duda acerca del carácter sobrenatural de lo que ella padece.
En las sesiones han salido muchos demonios, pero la razón de que el caso haya sido tan largo, al principio, radicaba en que existía un chico obsesionado por ella (obsesionado por obtenerla sexualmente) y el cual pertenecía a una secta satánica. Los demonios a través de ella, en las sesiones de oración, nos decían que ese joven seguía invocando al demonio para conseguirla. La secta entera, en ocasiones, invocaba al demonio con ese propósito, habiéndose planteado él este asunto como un reto. Nosotros exorcizábamos a los demonios, pero el chico obsesionado con ella volvía a invocarlos para que entraran. Así semana tras semana.
El Señor nos dio a entender, por medio de la misma posesa, que el único modo de acabar con esa situación era orar por el miembro de la secta satánica para que se convirtiera, Dios mismo pondría solución a esta situación.
El caso se había alargado tanto para dar tiempo al miembro de la secta satánica a que se arrepintiera, antes de que la justicia divina cayera sobre él con todo su peso de eternidad. Aunque también se nos dijo muy a menudo, que el caso era tan largo porque el Señor por sus sufrimientos estaba ayudando a muchos otros casos a lo largo y ancho del mundo. Es decir, la idea corredención, la idea cristiana de que nuestros sufrimientos (si son recibidos con amor o, al menos, con resignación cristiana) son transformados en gracias que ayudan a otros seres humanos. El nombre del chico dejó de aparecer en las sesiones, y este segundo aspecto, el del valor sobrenatural de la perseverancia en el sufrimiento, parecía que era la única razón para que Dios permitiera una duración tan prolongada.
En este caso, a través de ella, en ocasiones, los ángeles nos hablaron, dándonos aliento, moviéndonos a la fe y el amor a Dios.
A veces, olimos perfumes en una parte concreta del aire de la capilla. Seguimos orando por ella con la tranquilidad de que ninguna oración es infructuosa y que la obediencia a los planes de Dios obtendrá su premio.
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